Querida Lola:
Tu idea de viajar a Marte para encontrarte a ti misma me sigue pareciendo excesiva. Dijiste que dos meses bastarían para reciclarte y, después de dos años, lo único que no se recicla es nuestra cuenta corriente. El perro bien, por si te interesa, aunque te echa de menos. No duerme como antes.
¿Qué se te ha perdido a ti en ese planeta, María Dolores? Dímelo. Aquí tenías de todo. Una casa enorme y sin cargos, un Tesla de los caros, una cocina enorme con robots que te ayudaban y un vestidor más grande que mi gimnasio. Si tenías un día triste, recibías otro Hermès o en tres horas nos plantábamos en «Paguí» para comer magret de canard en la Rive Gauche.
No sé que tiene Marte que no tengas aquí. Me aburro, cariño. Mucho.
Nadie me espera en la mesa para comer. Nadie me hace esos croissants tan ricos. Nadie me comprende como solías hacer tú. Nadie.
Te echo tanto de menos que me he aficionado a la lectura y estoy empezando a disfrutar de tu biblioteca. A veces me pregunto si realmente no tenías nada aquí. Pero no creo, ¿verdad?
Te quiero.
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