Mile:
El lago Mascardi en la postal luce calmo, pero miente. Hace horas, contemplaba en silencio su inquietud arcaica. Con ocho grados menos, hubiera sido idéntico al que vimos un año atrás, cuando juramos cuidarnos eternamente del olvido. Quizá fue inevitable tal locura; todo aquí contagia belleza y eternidad. Llegué hoy y nada cambió, salvo nuestra distancia y la inversión de actos: aquella vez el lago enmudecía y nosotros, forjábamos mentiras.
Aún guardo, de aquel instante, la declinación de tus ojos, traspasándome. Tarde comprendí que te mordías los labios para no huir, mientras huías. Yo buscaba tesoros en tus manos, arrepentido por dejar caer cada año, los pétalos de tus ilusiones. Pero asumí el final, semanas después, cuando sentenciaste: sólo fuiste ausencia.
Presumo una duda que, ambos sabemos, callarás (siempre odiaste mis intentos de anticipar tus preguntas… Sigo siendo un idiota): ¿Por qué la postal? Porque mi caligrafía conserva lo mejor de mi alma. Y porque el Mascardi fue siempre tuyo. Y no es justo ni sensato sujetar algo tan precioso al desamor, para perderlo. Así que si un conjuro precipitado alcanzó para ahogarlo bajo una promesa te propongo, mediante ésta invocación, que lo liberemos de nuestra tenaz cobardía.
Camuel
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