Querido amigo:

Me acordé de vos. Tu partida cambió nuestras vidas. ¿Quién iba a decir que podemos desaparecer del plano casi sin dejar huellas? Huellas dejaste: en nuestros corazones está tu marca. Me preguntó dónde estarás en este momento. También si te acordarás las noches que pasamos, sentados en las escaleras riéndonos de historias que imaginábamos. Supimos encontrar la felicidad en lo simple y cotidiano. El barrio nos enseñó eso: que con lo poco que teníamos podíamos ser todos muy felices: una pelota, un mazo de cartas, o las monedas que juntábamos entre todos para poder tomar una coca.

Pasó el tiempo y tomamos caminos diferentes: vos por el lado artístico y yo por el lado más «normal». Es increíble, siempre fuiste un soñador. Hoy solo me quedan los recuerdos de cuando fuimos felices, de las veces que nos reíamos y de todos los momentos que compartimos. Ojalá nuestros caminos se vuelvan a unir, nos podamos volver a reír y festejar porque ya no existe el odio.

Espero poder volver a verte. Hoy escribo esta carta al cielo, para que veas que no te olvide. Que soñamos en honor a vos.

Estés donde estés, siempre vas a estar presente.

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