Estimado Sr. Director:
Todavía me tiemblan un poco las manos. Hace ya diez días que no tomo las pastillas. Es posible que esté sufriendo algo parecido al síndrome de abstinencia. Seguro que no es porque le eche a usted de menos.
He decidido darme un tiempo antes de regresar al único lugar de la tierra en el que me he sentido estigmatizado.
Le ruego que no saque a los perros, ni avise a la policía para ponerme de nuevo los brazaletes.
Déjelo así, no es necesario que corra el riesgo de perder su puesto. Yo no soy importante más que para las partidas de los domingos en su despacho. En realidad, no todos los enfermos mentales somos peligrosos y usted lo sabe. Ahí no somos más que experimentos sociales, derrotas de una humanidad vanidosa y degradada por las apariencias, porque, ¿qué es la locura en realidad?. Volveré, no lo dude, después de saborear la libertad del aire y antes de que mi mente me humille de nuevo. Para entonces, por favor, trátenme bien.
Sanatorio Psiquiátrico San José
Avda. de Las Mercedes, nº 34
De un país cualquiera
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