Amada Helena…

Fue un proyectil en mi alma el que me liberó del dominio de mi ego que hasta hoy, me mantuvo atado a un egoísmo falaz y destructivo. Se me hizo tarde por resistirme a dar los pasos necesarios para llegar hasta ti, pero me ganó el orgullo y la codicia desmedida.

Sin embargo, de nada sirve engañarme para no avanzar. Mientras mis venas se vacían y la sangre salpica estas letras, ilumino mis heridas con la esperanza que me leas antes de mi último suspiro. Puede ser que tu indulgencia por tanto olvido, logre darle forma a los sueños que no pudimos alcanzar juntos.

Me alivia saber que dentro de ti habita la fuerza que necesitas para vivir sin mí; porque nunca estuve a tu lado, aún estando contigo… mi descuido fue tu peor verdugo.

No dejes de tejer tus ilusiones con el hilo del amor que te cobija.

Aunque no lo creas…. ¡TE AMÈ!

Ruego tu perdón,

Federico

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