Querido amigo,

Cuando miré tus tus ojos aquella última noche, ninguno de los dos sabíamos que este viaje no tenía fin. Esa promesa que nunca habíamos hablado pero que nuestros ojos sellaron, ronda mi mente cada noche y, sin molestarte, estoy junto a ti.

A veces, te siento cerca, otras veces, sin conocerte, te pierdes. Me felicitaste muy pronto en estas fechas, herví al tener noticias tuyas, tus nervios invadieron mi estómago y no pude decir mas. Deseo que estés bien.

Desde mi querida Estepona, envío postal del último viaje que hicimos en barco. Siempre pienso que te encontraré navegando y que volveremos a brindar juntos. Te veo en el mar cuando atardece, como aquella loca del muelle de San Blas.

Aún guardo esos pantalones que me regalaste en la plaza de la biblioteca, en la que brindamos por primera vez y me diste tu teléfono.

Cuando la vida haya pasado, volveré a verte y descansaremos juntos. Despierto cada día contigo, aunque estés lejos.

Reniego el hecho de que me hayas olvidado, pues eres el eje que mueve cada acto equivocado de mi vida, cada acierto, cada silencio y cada frase.

Todo sigue igual.

Te extraño.

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