Queridísima madrastra
Espero que mi postal no sea inoportuna, ya que preciso que vengan a recoger sus pertenencias a la casa de mi padre. He resuelto donarla a la beneficencia. Estoy convencida de que entenderá mi postura. No guardo resentimiento hacia usted y sus hijas, aunque sus modales nunca dijeron mucho a su favor, pero definitivamente hay que romper con el pasado de todas las formas posibles.
He de decir que tuve suerte, tan solo fue un cuento infantil y todas sabemos que siempre terminan bien. En el camino aprendí que las lágrimas no son tan malas si gracias a ellas aparecen hadas madrinas haciendo los sueños realidad. Espero que todo el mundo tenga la oportunidad de asistir a un baile, aunque solo sea una vez, y que todos, incluso ustedes, descubran algún día cuál es su zapato de cristal, ese detalle que les hace ser especiales al resto.
Les envío una postal de un pequeño árbol que nació al lado de la tumba de madre, también él supo encontrar su belleza en el tamaño. Aún voy cada día a visitarla, aunque ya no necesite que las calabazas se conviertan en carrozas ni los ratones en caballos.
Afectuosamente.
Cenicienta
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