Estrenarías aquel precioso abrigo azul. Soñábamos con la nieve, durmiendo abrazados. Tus promesas y el silencio que esconde mi ilusión. Los minutos se deslizan por un abismo en la espera. Tengo la ingenua certeza de que no vendrás, pero te aguardo. El silbido del tren suena como un ultimátum. Tal vez ha sido un sueño, las montañas, la nieve y tú. Sentado en el banco de la estación desierta contemplo el viejo reloj. Sus manecillas señalan la hora del tren que se marchó sin ti y sin mí.
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