Saliendo del taller de escritura, entre adioses y nos veremos, aprovecho para abordar a Ricardo.

—¿Al final se besan? —pregunto.

—No lo sé, aún no he escrito el final.

—Deberían besarse, ¿sabes? Las mejores historias de amor terminan con un beso.

Entonces, Ricardo pasa un brazo por encima de mi hombro, me acerca hacia él y siento la ternura de sus labios sobre los míos.

Sorprendida, busco su mirada color miel y él sonríe y me susurra:

—Gracias por ayudarme a escribir el final.

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