Una vez más que soporto por ganarme el día, la halitosis junto a mi rostro de mineros que todo lo quieren comprar y someto a mi hijito a los fingidos gemidos por mí e incomprensibles para él, en esta estrecha habitación.

Como siempre; entra el morboso policía Francisco con largas botas, simulando preocupación por mis necesidades cuando lo que quiere es gozar gratuitamente mi cuerpo.

Solo me fortalece relatar en el Taller de Escritura mi vida, en este pobre y repugnante pueblo rico en oro.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS