Era un día gris y de lluvia. Un palpitar dentro de mi, me sometía a la angustia. Sentía en todo el cuerpo la tristeza por tu ausencia. Aún así decidí ir al Taller de Escritura. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón desgranado, se deshizo en polvo. Sin embargo, por este duelo, palpitaba aún más.

Mis compañeros me sostenían con sus palabras. Me sentía segura con ellos y es allí cuando comprendí que la Escritura es este Batir de alas que nos abraza.

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