Más de una vez le habría arrojado su propia llave inglesa a la cabeza. Me tenía harto con tanto apretar tuercas, tanto lubricado y, sobre todo, tanto reiniciar motores. Sin embargo, cuando por fin mi criatura echó a andar sobre el asfalto del circuito, cuando oí por primera vez su rugido fuera del taller, sus ruedas giraron agarrándose a la pista y desde las gradas se oyó una ovación, pensé en qué habría sido del mismísimo Alfieri Maserati sin una llave inglesa, un maestro y un taller.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS