Escena cotidiana

Escena cotidiana

Yves Guignard

15/09/2019

1

Oye, me gustó tu actuación del otro día. Fui tu espectador, tu fiel observador, tu voyeur, te catalogué y te descompuse como a un animal despiezado. Fue convincente tu papel, saliste airosa. ¿Cuándo volveremos a vernos para que me hagas otra demostración?

2

Oye, me gustó cómo te deshilachaste anoche ante todos. Deberías hacerlo más a menudo. Nadie te miraba, a pesar de que te dejases reflejar en todos los espejos. ¿Volverás a intentar hablar?

3

Oye, me gustó cómo te has derrumbado en el sofá hace un rato. Que te valores tan poco hace que los demás nos convirtamos en devoradores de carne a tus ojos. Qué perspectiva tan injusta, ¿no crees?

4

Oye, me gustó cómo esperabas hoy en la sala de espera. Los gestos y movimientos que repetías, los candelabros que te brillaban en los ojos cuando mirabas al vacío muro pintado de gris marengo o hueso o crema o leche o decorado con cuadros y láminas. Podrías venir más a menudo y dejarte ver. Dejarse ver desmonta a cualquiera.

5

Oye, me gustó cómo el otro día te ahogabas en tus lágrimas. ¿Eso te sucede a menudo? ¿Te alejas tanto de las cosas que terminas sintiéndote como si una barra de hierro te atravesase por todo el cuerpo y te dejase llena de llagas? ¿O te pareces más bien a un increíble colador gigante que no tuviera posibilidad alguna de retener algo del amor de los demás? ¿O te sientes más bien como un trozo de basura de esos que sacan los domingos para que los lunes estén postrados fuera al sol esperando a las seis de la mañana a que los recojan y los trasladen a otro lugar? ¿O como una sábana tendida suavemente hondeada por el viento y salpicada por algunas gotas de lluvia? ¿O más bien como si quisieras fundirte con esa música que oyes y que te aleja de todo porque todo te asfixia, todo te aburre y nada nunca es suficiente?

6

Oye, me gustó como me mirabas anoche. Creo que me deseas con toda tu alma pero no te atreves a decir ni media palabra. Ni siquiera te atreves a pensarlo. Y eso se nota en las expresiones tan raras que pones a veces. Sé que puede sonar raro, porque apenas me conoces. Por eso quiero proponerte algo. Un ejercicio de canibalismo de primer orden. No es gran cosa. Sólo quiero que me comas y que yo te coma después. Pura abstinencia. Puro goce.

7

Oye, me gustó cómo actúas cuando piensas que no estás actuando. Cómo piensas cuando piensas que no estás actuando. Cómo te masturbas y te cortas. Cómo lloras sin llegar a consolarte. Y en cada ocasión piensas que no estás actuando. Te sale sólo. Me gusta tu naturalidad.

8

Oye, me gustó como te odiaste más aquel día. Me gustó cómo sigues odiándote hoy. Me gustó todo aquello y todo eso y me gusta saber que sigues en la misma brecha de siempre. Que esa brecha te une y te separa por dentro y por fuera, que existes gracias a esa brecha que es tu firme fe en la destrucción de todas las cosas.

9

Oye, me gustó que me mirases de nuevo. Me gusta que me miren y me destruyan a largo y a corto plazo. Me gusta la fulminación de tu mirada a muy corto plazo y también de lejos, también a distancia. Me gustó cómo hundiste en mi carne tus uñas afiladas, como me penetrabas pero mirando hacia otro lugar, como si no fuera contigo, como si te aburriera. Me gustó que abusaras de mí. Pero era todo al revés. Eras el objeto de alguna mirada, de alguna penetración, de algún abuso anónimo y tampoco iba contigo. Eso lo hace mucho peor porque no eras tú realmente. Ni siquiera estabas allí. Estabas ausente, como si te aburriera.

10

Oye, me gustó cómo suspiraste mientras te apoyabas en aquella ventana iluminada por el sol de media tarde. Tu suspiro dejó tu boca entreabierta y por ella entró una larva y fue imposible sacarla. Lo irreversible se hizo en tu carne. Algún día mirarás la ventana de otro modo, pero la larva no va a salir.

11

Oye, me gustó cómo creías no poder controlarte mientras en la práctica te dejabas absorber por tu semejante. Sus palmadas sobre ti siempre fueron celestiales cortinas de humo. Suavidad porosa, salvo que, al mismo tiempo, eran dagas punzantes.

12

Oye, me gustó como te atropellaste con tus propias palabras. Daba la sensación de que te caerías por la misma escalera que tratabas de construir. Pero eso es agua pasada. Ahora me gusta cómo sigues sin poder hablar por otras razones.

13

Oye, me gustó cómo en un segundo te diste cuenta de que sería inútil que siguieras pensando en cada episodio de tu vida en tus proyectos mientras aquella situación durase. En el baño, pensaste, lo único que importa es que la mierda salga, nada más. Hay que concentrarse.

14

Oye, me gustó cómo pronunciabas la palabra superyó sin pronunciarla, sólo con fáciles alusiones, para que todo quedase en la indeterminación. La verdad es que me paso el tiempo intentando cumplir las reglas y no cumplirlas y eso me aprieta en el estómago. El otro día vomité sangre. La sangre sabe a sangre. Tú me alimentas con tu sangre para que yo la termine vomitando. Siempre supimos que lo nuestro sería algo vampírico. ¿Y por eso tanta reticencia?

15

Oye, me gustó cómo has hecho polvo todos tus planes sólo por escribir unas cuantas líneas mal escritas en un cuaderno lleno de tonterías y sandeces. Todos tus planes, los más importantes, sacrificados por escribir algo que jamás te satisfará lo más mínimo. Porque tu sino es escribir mal, torcido, con la mano torcida, con las palabras mal puestas, desordenadas y sin sentido. Mientras, fuera hay sol y nubes blancas y cielo azul. Mientras, tu ropa se cae y nadie la recoge. Mientras, tus planes importantes se atrasan porque tú malgastas tu tiempo. Me gustó, me gusta eso, que pierdas tu tiempo, que seas consciente de tu propia muerte mientras pierdes la poca vida que te queda, la poca capacidad para hacer algo nuevo. Mientras tu hastío y tu frustración crecen a la velocidad de los lugares comunes de estas líneas mal escritas y de tu poca capacidad para plantear algo nuevo. Porque te arrastras en la inercia como los gusanos.

16

Oye, me gustó cómo evitaste nuevamente la soledad. Tu ruina se debe a que no pareces querer escuchar todas las voces que te hablan cuando nadie más escucha. Un solo auditor carga con toda la responsabilidad. Y, míseramente, te arrastras buscando almas de las que alimentarte. Sabes que no tiene sentido, como todas las cosas, pero esto lo ves con más claridad.

17

Oye, me gustó cómo te encogiste el otro día. El encogimiento es un acto que me causa ternura, incluso aprecio hacia la persona que lo padece. Su pasividad total me causa una leve zozobra en el pecho que en seguida se transforma en simpatía por la persona sufriente. En la postración, todas las características que la hacían ser un humano despreciable desaparecen o se ponen entre paréntesis. Entonces se vuelve puro objeto, puro mueble, pura inercia, pura bestia. Su mirada ya no es ofensiva. Su rostro ya no está vacío, su expresión se vuelve mansa, llena.

18

Oye, me gustó este pequeño formato donde te desprecias cada día. Es como un rezo, como un purgatorio para uno, portátil, un locus amoenus del dolor psíquico. Y acaso un poco menos grave que todo eso, un poco menos melodramático. Simples costillas hinchadas por púas sangrantes, simple rojez de los miembros desprendidos, simple tortura de andar por casa.

19

Oye, me gustó cómo te miró aquel ser humano en la distancia y cómo jamás hubo algo parecido al entendimiento entre vosotros dos.

20

Oye, me gustó no derramar una sola lágrima al observar todas y cada una de tus desgracias, desde la más miserable hasta la más grave. Simplemente, me sonreí, respiré hondo y exhalé un poco de aire frío en la mañana.

21

Oye, me gustó cómo asumiste en aquel trío el papel automático de bouc émissaire. Me gusta cómo repites en cada formación triangular más o menos satisfactoria y con algunas insignias de tus vívidos olvidos infantiles, esa misma actitud, ese posicionamiento de chivo, de reo juzgado y mirado y excluido del trío que tú y sólo tú insistes en crear una y otra vez y que, a veces, funciona de una forma pastosa, tan pastosa que de sólo pensarlo pareciera que te fuesen a salir espumas verdes de la boca hasta las rodillas y que tu cuerpo entero fuera a rellenarse de baba ácida.

22

Oye, me gustó tu ignorancia. Me encanta ver lo ignorante que eres y cómo gracias a ello te saboteas constantemente. Para ti, la cultura es una ilusión que no llegará nunca. Para ti, que el control es consuelo. Nunca podrás consolarte.

23

Oye, me gustó cómo te arrastraste hoy nuevamente, pero de un modo distinto. Llevas semanas teniendo el mismo sueño cada noche. Hoy lo has realizado, has hecho realidad ese sueño, has materializado ese deseo que se hacía cada vez más consciente. Y no has conseguido nada de lo que te proponías. Todo el amargo sabor del vacío en tus ojos. Toda la desdicha acumulada de años atrás es hoy más patente en tu mirar desorientado.

24

Oye, me gusta cómo te sientes cuando te sientes como el desecho más puro. Porque incluso en el desecho encuentras la pureza. Esa pureza que tan ansiosamente buscas y que siempre has sabido más que de sobra que es imposible. Pero aun así te gusta cargar la misma roca pesada y que sea imposible subirla por el angosto monte y que se te caiga y te salgan heridas. Te gusta ver cómo sale la sangre de tus heridas para compadecerte de tu miserable existencia. Y a mí me chifla estar ahí.

25

Oye, me gusta cómo anotas en este cuaderno disimulado y virtual cada una de tus penas. Pasan desapercibidas ante los ojos de todos. Eso te da un placer secreto y algo peligroso. Como si estuvieses haciendo algo ilícito. Pero lo mejor es cómo te sacas las tripas ante todos. Eso me da que pensar. Pareces sentir algo único al hacer esto. Pareces necesitar anotarlo todo en tu cuaderno para no tener que anotarlo en tu propia carne.

26

Oye, me gustó cómo te arrastrabas por los paisajes reales como si fuesen paisajes de un sueño. Me gustó cómo la única manera que tienes de decir lo que sientes es cuando no hay absolutamente nadie ante ti salvo un cuaderno vacío. Ni siquiera el análisis constante de tu dolor te da ese placer.

27

Oye, me encantó cuando dijiste con voz ronca que el dolor no entiende de sexo. Pero claro, luego te miraste en el espejo y volviste a las andadas.

28

Oye, me encanta cómo desvías tu propia voz para hacerla menos dolorosa, como si yo fuese tu interlocutor imaginario. Pero eres tú misma escribiendo. No te sigas haciendo ilusiones. Estás más sola que nunca.

29

Oye, me gusta cómo me miras sin descanso. Cómo me ignoras después. Cómo me buscas después. Cómo te confundes conmigo, te identificas conmigo. Cómo te crees toda una heroína. Conmigo. Me encanta que sueñes conmigo y destrozar tu pobre libido a palazos. Palazos metafóricos, claro.

30

Oye, me gustó esta ínfima variación en la insignificante ordenación de las palabras. A veces, nos pensamos que escribir, decir, hablar, incluso pensar, sirven de algo. No, no sirven de nada. Es preferible el silencio.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS