Nadie le ha mentido a mi corazón más que yo,
en este abismo de interrupciones para mi alma,
que nunca cae bien parada, que se desbarata,
que no encuentra tregua de corazón y mente, de mente y corazón,
aniquilando cada latido hacia el vacío,
porque lloro en miedo que es mi propia sombra.
Fragmentada, hecha trizas,
juntarse a pedazos y apretar las cicatrices,
para que no se note que aún persisten en el mismo sitio
donde han rasgado más que piel y más que santos;
con mucha más fuerza, con heroísmo y rebeldía,
y aunque la sangre queme a borbotones,
y cuente la historia de las derrotas, de las caídas,
ni el más cercano pájaro podría oírme resurgida.
De esta batalla descabellada,
de un idilio nefasto y devastado,
la daga persigue mis pasos,
con otra herida entre sus manos,
que mis dedos ya no aprietan sino muerden enrabiados;
aún dormida sigo con mi espada en alto,
ni la oscuridad sabrá esconderme con su negro manto.
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