I- EPIGRAFIAS
Voy a hacer el intento
de arreglar esta vida y este cuerpo
como la japonesa que me mira sonriente
desde la tapa de un best seller.
(A pesar de que desconfío de los best sellers,
como mi madre desconfiaba de las noticias de la CNN)
Tomo cada cosa entre mis manos y me pregunto:
¿esto me hace feliz?
(confieso sentirme una estúpida
sobre todo si se trata del lavarropas)
La felicidad es un arma de dos hojas, decía mi padre,
Dios lo tenga en su gloria.
Pero yo siempre fui la rebelde de la familia
y elijo revertir también ese mandato
como de costumbre: a destiempo.
Entonces, aquí me tienen.
Ejercitándome en el desapego,
despoblándome de todo:
los libros,
los muebles de cerezo apolillado,
las fotografías de los que ya se fueron y los que siguen,
los cuadernos amarillentos,
los padres y los hijos,
los espíritus y los santos,
los amenes,
las estampitas inútiles
( parece que siempre coleccioné las incorrectas
o las averiadas).
Me deshago de todo este peso acumulado:
de los amores, las pasiones, las lujurias, los deseos
los errados y los erráticos.
Todo lo dejo,
Todo.
Todo.
Conservo solo lo que me llena el alma
Esta felicidad de estar deshabitada
y su doble filo.
Creí en lo imposible.
Escarbaba en cada pliegue del deseo,
irradiando mi cuerpo en otro cuerpo extraño,
volteando al gran muro con las manos, arañando los verbos y desollando los pies;
construyendo con mi carne una nueva arquitectura.
Así fue.
Me transformé en todo cuanto quisiste.
Y fui palacio arcano.
Cobijada de las lluvias, bajo mágicos aleros que se curvaban hacia el cielo cómplices, ignorantes del transcurrir ardiente que se desovillaba en sus galerías.
Galerías interminables.
Y fui tu pagoda:
erigida sobre enormes y pesadas plataformas, tan pétreas y tan hartas de su perfecta e inútil simetría de siglos y de espacios.
Y coleccioné y albergué y ofrecí cuanto pude:
juguetes incontables, porcelanas, campanillas relucientes, tés con sabores ancestrales, patios asoleados, jardines vibrantes. Linternas rojas, mosaicos incrustados y medias negras.
Y yo fui China.
Milenaria batallando entre tus brazos y en tus abrazos y en tu boca,
que sabían a maderas y frutas carnosas de colores brillantes, como un puñado de un África remoto rebosante entre mis dedos.
Así te amé.
Así te amé.
Hasta que China y África se encontraron un día cualquiera de un otoño a secas.
Hasta que China y África chocaron con dolor y rabia,
Hasta que China y África se estrellaron entre sí impiadosos y aburridos.
Así fue. Así chocamos.
Hasta que de Auden quedaron tan solo sus versos,
de mí apenas esta gran Muralla.
Busco zambullirme en el pliegue de la palabra no dicha
con su borde festoneado y herrumbroso,
escondida entre las hojas que, con seguridad, nunca leeré.
Mi paladar añora el gusto a salitre del verso de una marina
que me recuerde a los cliffs of Dover.
Pero nada.
Nada mi lengua
es un erizo de mar que muestra sus punzones,
con su imperfecta simetría
y sus púas defensoras.
Porque los erizos acuáticos sabemos
del intersticio y de lo abisal, indistintamente.
No sé si en el Canal de la Mancha habitan los equinodermos,
Anyway, ya sabemos que mi boca no es muy británica.
I´m politically incorrect.
Mi luna se quiebra y estalla en destrozos;
ciega pompa muda, bola de despojos.
Me extiende sus hilos, guedejas de alambre,
fuerza mis poleas, desata mil hambres.
Entonces me muestra dientes de cordura,
pero cuando muerde mastica locuras;
desgarrando fibras, filamentos rojos,
carnes de cañones, insondables pozos.
Puñal es mi luna, me estaca y desangro
perlas cancerianas, trópicos de espanto.
Lagrimeando lluvias, agua de alboradas,
riega sus goteos, moja mis entrañas.
Luna con absurdos cráteres violentos,
agujeros que criban pausados mis miedos.
Opaca es mi esfera, refleja a los solos;
negra luna negra, guarida de pocos.
Menguando ella crece, espejo de lata,
a veces convexa, a veces cuadrada.
Se esfuma de día, trepa por las noches
estrellando estrellas, arañando postes.
Absorbe mi espalda su cono de sombra,
se transmuta en fuego, cenizas y costra.
Titila y se extingue, se pliega y se achata,
globo de origami, mi luna apagada.
Mi luna perversa, zíngara de plata,
mi palma me lee, mi suerte me habla,
vaciando mis cuencas negocia mi alma,
esas dos monedas a ella le alcanzan.
En las horas rotas que ignoré aquel pacto,
fantasmas de hielo poblaron mi espacio.
Prefiero este insomnio, erráticas plumas,
letras desleídas, lunática luna.
Uno es lo que lee, me dijiste.
Sospecho que la extinción ya nos acecha.
A riesgo de que todos seamos nada;
vos y yo seamos nada,
porque ya casi nadie lee. Menos aún poesía.
Y no hay quien mire a las mujeres con Whitman
Ni construya escaques con Borges.
Ni lance rocas con Browning.
Ni ame con cummings
Ni escriba como Girondo.
Ni sepa suicidarse como Alfonsina o Alejandra.
Y yo, mujer,
testaruda mujer, sigo leyendo
sumergida en tu laberinto,
apedreándote con palabras
implorándote que me ames.
Tan pusilánime como para no terminar con todo.
Y vos, tan Cortázar,
ostentando un cigarrillo en los labios,
ya no desnudo para mí,
enseñándome a operar la lenta máquina del desamor.
Vídeo extraído de «Os Fantásticos livros voadores do Sr. Morris Lessmore»
II – SOBREESCRITURAS
A propósito de Valle Inclán
A veces soy un cuerpo que aúlla plegarias incorrectas,
mantras inútiles,
rezos desoídos.
Otras
-sobre todo en los domingos por la tarde-,
un bostezo a media asta ,
de esos inconfesables,
esperpénticos
(especialmente si Valle Inclán interfiere en mis sueños
elucubrados en la siesta de cuatro a seis y de a cinco en cinco).
Pero muchas veces,
las más
o las todas,
soy ese manojo de versos ya hartos de jugar a las escondidas
V.intr.
Escribo para no morir de hambre,
sobre todo. Soy boca que muerde
vocablos salvajes. Los verbos perimidos
como amar. En oraciones intransitivas,
sencillas en su sobriedad.
-Yo amo-, te dije.
-¿A quién?- respondiste
¿Acaso importa el complemento?
Alegato
La inercia
de escribir, tachar y romper.
sobreescribiendo y desestimando
las palabras
furiosas, las escribo
furiosa. Solo para desacreditarme
a mí misma,
a todo lo que solía ser y nunca supe,
O no quise. Y lo grito.
TAMPOCO SUPE QUERER.
En mi defensa: no fui la única
ni vos fuiste el único
en mi vida. Te extraño
como solo se puede extrañar lo imposible.
DELETE
cuatro
Hoy le escribí cinco poemas a tu nombre
pero tres ya murieron.
Uno agoniza en el umbral
(ni te molestaste en esquivarlo al marcharte).
Y a este
estoy considerando muy seriamente
pegarle unos cuantos tiros con el Delete.
Poema trash
Este poema,
que cruza las piernas de tanto aburrimiento,
sigue atrapado en mi uña
adherido al esmalte Nº 53
(aunque este año el malva está en desuso
como el estructuralismo y Lévi-Strauss y la honestidad
y la polisíndeton y su monotonía).
Balbucea un verso plagiado;
me putea, más por frustración que por ira.
No se resigna a ser un intento desgarbado
atado con alambres que se oxidan en mi lengua.
Se atrinchera en mi mano,
en el sitio preciso donde escondo lo que callo.
Prefiere comulgar con el silencio
antes de ser otro de los tantos que obligo
a suicidarse en la papelera de reciclaje.
III– D+ MENTIRAS
Entrada triunfal
Falta tan poco para estar entre tus brazos…
-Aunque un reloj conspire
y la espera se vuelva mi enemiga.-
Un café me ayuda a engullir tanto deseo
de develar tu mirada;
y el filtro con tabaco
-cuanto más light, tanto más se fuma-,
encierra en sus volutas, mi aliento
de corazón tronando por tu lejanía.
Aguardo con paciencia de geisha suburbana
tus piernas acercarse,
como en un andén de recuerdos apilados.
Y la lluvia hace de mi cara un mamarracho
-feliz desdibujo festoneado de sonrisas-.
Bajás de a poco y lento trayendo tu nordeste prodigioso.
Endiabladamente lento bajás, pero seguro,
pidiendo que le abra mis bocas
a tus besos transidos por el viaje.
Presiento tu llegada
en el eclipse oculto de mi luna canceriana,
-testaruda en menguar cuando tu ausencia-.
Sin embargo, te escucho resoplar
mi nombre tibio
y el reloj decide rendirse a la evidencia.
Estás entrando.
Encebollada
Lagrimeo,
casi por costumbre.
Y retiro la corteza, la piel y el brote.
Palpo mis capas ya duras y apretadas.
Hundo los dedos entre sus bordes
y descarto la acidez que a veces lacera.
Y pelo, desnudando aún más el cuerpo,
buscando que el cuchillo corte en plumas
las corazas, las láminas, las máscaras.
Entonces atravieso este corazón perdido en gajos.
y lo pico chiquitito,
deshaciéndolo.
Y sin embargo
el amor empecinado en persistir,
vaya a saber uno en dónde.
A 16.400 pies de altura
Juntos en el filo.
Nuestros dedos entretejidos.
Vos querés que saltemos,
a pesar del temporal que se avecina.
Yo me sonrío.
Me causa gracia tu insolencia,
la forma en que bailás
en el borde del vacío
con tu paracaídas apolillado
y tu risa infantil.
Yo abro mi paragüitas de origami
esperando la cuenta de tres
que no llega.
Una vez más, tu impaciencia nos precipita
al salto en tándem.
Me aferro a tu espalda.
Así.
Y en el National Geographic Channel
dos águilas apareándose en caída libre.
¿Cuánto tardarían en desplumarse,
en rozar sus plumas el suelo,
en regresar a la cúspide o al nido?
Te escucho reír
mientras jalás del cordel.
(Incluso con los ojos cerrados
aprendí a leer tus señales).
Sé que ahora el cielo está raso sobre nosotros,
aplastándonos una vez más.
como cada miércoles
de 18 a 20.
Entonces vos y yo
Entonces vos y yo
tratando de bebernos la luna
de un mordisco;
y en segundo plano
ese trap perfecto hecho de run runes
de neumáticos aserrando el asfalto.
Había una farola cerca, creo,
que nos apuntaba.
Y éramos Paul y Linda en Band on the run.
¿Qué pensaría la farola de tu mano?
Esa mano que no olvido.
(Ya yo te la hubiese amputado y dejado perdida ahí mismo,
ahí en el ahí de todos mis ahises).
Esa mano inquisidora, repitiendo y repitiendo:
“¿me amás tanto como te amo yo?”
¡Qué no daría por olvidar su recuerdo en el asiento de un subte!
Mejor hubieras sido manco,
(amén de mudo),
y que no me preguntases nada.
Porque entonces
vos y yo
fumándonos el tiempo
y la noche.
Eso era tan Londres, al menos en el instante,
en el que dejé escapar un pájaro de entre mis dientes.
Y tu boca tan llena de amor
y la mía tan de todo de vos.
Mejor no recordar. No.
Apagar la memoria.
PD: sí recordame serruchar para siempre esa farola
que solo piensa en nosotros
y en tu mano.
Si vas a escribir sobre el agua
Si vas a escribir sobre el agua
que sea con esa tinta indeleble del tipo water proof,
de la brillante y cálida
como los peces de colores que fabricamos
cuando todavía creíamos en nosotros,
imaginando
que nos crecerían branquias,
que respiraríamos en lo profundo
haciendo burbujas que engalanarían los espejos de nuestras pupilas,
que nadaríamos en este mar extraño y tormentoso
pero tan nuestro.
Y sin embargo, ya ves,
la sudestada arrecia y el otoño es impiadoso
como vos,
que insistís en borrar con los codos
todo lo hecho, todo lo dicho, todo lo escrito:
todo.
Te observo emerger contracorriente
tomar hondo el aire de la superficie,
flotar lejos hacia otras latitudes.
Y me pregunto cien veces
-sabés bien de mi afición por los números-
¿cuándo fue el instante preciso en que me transformé en ancla,
ya no más sirena,
y solo del amor quedaron sus escamas?
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