La pequeña bailarina, apoyada en el estante, observa a su alrededor, mira hacia las demás estanterías y hacia el exterior, a ese prado verde de luz y color.
La bailarina lo observa y suspira de emoción, son tan vivos sus colores, que no puede contener el dolor de no poder salir al campo verde y disfrutar de su frescor.
Empieza a llorar y llorar, hasta que se queda dormida y comienza a soñar.
Sueña que por fin, algún día, pueda escapar de su rincón, salir a ese paisaje, buscar mil aventuras y encontrar el amor.
El hada de las flores, que revoloteaba por ahí, la escuchó hablar en sueños y decidió hacerla feliz.
Mientras la bailarina dormía, el hada se le acercó, le tocó con su varita… y contenta con su trabajo, desapareció.
Al día siguiente, cuando la bailarina despertó, se sintió ligera y extraña, y gritó de emoción.
“¡Mi sueño se ha hecho realidad!” “¡Por fin podré ser libre y salir a explorar!”
Nuestra bailarina, salió al exterior, y le gustó tanto lo que vio y sintió, que caminó, caminó y caminó…
A día de hoy, aún sigue explorando.
Ahora es feliz y tiene a alguien que camina a su lado.
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