Nacemos y morimos solos. En el paréntesis, entre el principio y el fin, a veces nos conectamos con otros y compartimos momentos o años. Pero estamos predestinados a la soledad.
La soledad sólo pesa cuando extrañamos a alguien.
De eso se tratan estas líneas. De las ausencias. De las partidas. Del desamor. De los desencuentros.
I
Tu cuerpo es el calor.
El cobijo.
El sitio donde va
a morir mi deseo.
Mi parque de diversiones.
El altar
donde se venera
cada parte mía.
Mi paz.
Mi casa.
Mi techo.
Mi abrigo.
Tu ausencia
es el destierro.
El vacío.
La nada.
II
No podes guardar este amor
en un lugar chiquito
Y sacarlo a pasear enjaulado,
cuando sea oportuno.
Se desborda e invade todo.
No entiende de horarios
Ni de convenciones.
No tiene educación.
No razona.
No calcula.
No mide conveniencias.
Se impone.
Te invade
no mas abrir los ojos
por las mañanas
y permanece
hasta el primer sueño,
por las noches.
No insistas:
no hay forma de guardarlo
en el bolsillo,
(ni aun cerca del corazón)
Ni en la gaveta del auto
Ni en el celular
Este amor
es para vestirse
de cuerpo entero con él
y salir así a la vida.
No intentes civilizarlo
y acomodarlo
a tus usos y horarios.
No quieras relegarlo
a una parte de tu vida.
Es todo o nada,
insisto
redoblando la apuesta,
empedernida.
A sabiendas
de que me quedaré
con las manos vacías.
III
Tu ausencia
es una presencia permanente,
implacable,
que camina mis vigilias
o me atisba desde cualquier rincón.
Tu perfume
me acecha
desde los objetos más insulsos:
una llave, una lapicera
o el picaporte de una puerta.
El tiempo
es un reloj de arena mojada
pegajosa,
en el que las horas se alargan
hasta lo indecible.
Cada minuto
se trepa a mis espaldas
y así,
va acumulándose
el peso de los días
sobre mi humanidad toda.
Y mis pies pesados
deambulan
por cada uno de los sitios
en que no estás,
a través de esta eternidad
de cinco días.
IV
Lo apreté en mi puño
para desangrarlo.
Lo hice mil pedazos
y lo arrojé obediente
al tacho de basura.
Lo dejé ir en el viento,
Lo sumergí en aguas profundas
Lo enterré en una Pachamama.
Lo solté
por la ventanilla de mis días.
Lo pisoteé.
Lo colgué en una soga
para que se seque al sol.
Pero tu amor insensato
sigue prendido de mí,
obstinado,
caprichoso,
ciego y sordo
a mis desavenencias.
V
¿Cómo atravesás los días
sin que el dolor te apuñale
a traición
en los rincones?.
¿Cómo podés salir al sol
beber el vino,
dormir y respirar?
VI
Mi corazón empecinado
no entiende de razones
y se empeña
en aferrarse a tu amor,
como si no existiera nada más.
Y hay un mundo entero
allá afuera.
Pero sin vos,
parece un film
en blanco y negro,
mudo
y en cámara lenta.
VII
Tenés una nueva dirección.
Pero no estás en casa.
Está sólo tu nombre.
Me quedo en silencio
preguntándote
donde te fuiste.
Un vecino tuvo el mal gusto
de mudarse justo ahora
que yo elegí buscarte
en el silencio.
Vienen muchos a acompañarlo.
Les doy la espalda
y sigo mirando hipnotizada
tu nombre
escrito en ese mármol
Observo el inmenso jardín
lleno de flores de mentira,
parece un absurdo barrio de juguete
Al lado cantan
y yo me quiero escapar.
Pero algo en mi,
se empeña en permanecer.
No puedo irme.
Ya todos se marcharon
y reina el silencio.
El sol está justo arriba.
Me tiendo sobre la hierba,
a tu lado
rogando que aparezcas,
y me cuentes una vez más
la anécdota de mis siete años,
cuando me compraste
esa muñeca que se llamaba Soledad,
que luego se extravió en el tiempo.
Solo dejó por aquí su nombre.
Vos también te fuiste.
No estás viajando por el mundo.
No estás subiendo cerros.
No estás haciendo crucigramas,
ni tomando mate en tu pérgola.
No estás.
Y con vos murió también
la niña que un día fui.
VIII
Hoy escuché tu voz en mi celular.
Tu voz.
Es inaudito pensar que no está sonando
en algún sitio ahora.
Que hayas callado.
Tengo tu voz
y la escucho una y otra vez.
Y todo se vuelve más
y más irreal.
En algún lugar hay una lápida
que lleva tu nombre
y no parece ser cierto,
porque algo me dice,
me susurra muy despacio,
que si recorro la distancia hasta tu casa,
esa misma voz contestará el portero,
y te encontraré en el jardín,
regando tus rosas.
Pero sé que es insensato,
porque esa lápida dice tu nombre.
Me lo grita en la cara, sin misericordia.
Y yo quisiera taparme los oídos,
para no escuchar.
y sólo oír esa voz
que quedó guardada en mi celular.
IX
¡Qué difícil ver tus cosas,
huérfanas de vos!.
Lo que fue tuyo,
naufragando
en una inmensidad
de objetos sin sentido.
Tus anteojos, que habían aprendido
la forma de tu cara.
Los naipes, desgastados por el uso.
El reloj, con sus agujas inmóviles.
Tus fotos
con tu mirada acechándome….
y esa terrible pregunta
que castiga mis días
y tortura mis noches..
¿dónde estás ahora papá?
X
Tengo enredadas
las palabras en la garganta,
y me ofende la impunidad
del sol en el cielo,
la vida que sigue su curso
impertérrita,
implacable,
sin detenerse.
Como si nada ocurriera.
Me molestan las cosas en su sitio,
la luz encendida,
los vehículos circulando.
los periódicos en la calle,
el pan recién horneado.
El descaro de la comida en la mesa,
las risas en las veredas.
X
Lo que guardo para mi
La lluvia impetuosa
como una cortina de agua
Las gotas que caen desprolijas
golpeteando el tejado
El olor a tierra mojada
mezclado con incienso y curry
El sonido de los neumáticos
sobre el asfalto con agua
El perfume del jazmín
en mi mesa de luz
La cafetera hirviendo.
El aroma del café al despertar
La sonrisa
que se dibuja en tu cara
cuando me ves llegar
Tus ojos
de niño grande
Tus manos
sobre mi cuerpo.
nuestros olores mezclados.
Tus besos
Tu ausencia
El vacío irremediable
de todos esos lugares
en donde no estás.
XI
No sé si hay otra vida
para purgar o enmendar esta.
Pero existe, sin duda,
un infierno reservado para mí.
Me asfixia imaginarlo.
Es vivir el resto de mis días,
sin tus besos.
XII
Ya nada importa.
Ya nada sirve.
Sólo tengo este vacío
imposible de llenar,
y un manojo
de sueños extraviados.
No tiene remedio.
No hay ni habrá un vos y yo.
Deberé bucear este tiempo
conteniendo la respiración.
Exiliarte de mis sueños
y de mis días.
El amor no es suficiente.
El amor no alcanza.
Ahora lo sé.
Perpetuar este error
es un sinsentido.
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