El vals de la medusa
No tengo remedio,
Siento demasiado,
la lluvia me acaricia antes de caer.
Soy diferente… mojada levito al bus,
Aquí son todos iguales.
Como siempre mi cabeza en las nubes,
pregunto por el destino,
cuando el conductor abre su boca,
su boca desdentada,
no es para responderme.
Mi fuerte acento extranjero convierte su voz en aguas negras.
Aquí no somos todos iguales, piensa él.
Es como si estuviera en otra dimensión fónica,
Atontada por la visión de sus dientes,
Llenos de medusas sombrías bailando un oscuro vals,
Una melodía intencionada para menospreciarme,
Sus palabras se sumergen en alquitrán y me salpican.
Gaviotas gritando con saña humana, picoteando mi cabeza,
Una y otra vez,
Él repite…
¿Y a ti qué te parece…y a ti qué te parece…Whatdoyoureckon…what do you reckon?
No le habría preguntado si supiera la respuesta,
Sir,
No le habría preguntado si supiera su ceguera,
Sir,
su miedo a otras voces diferentes a la suya.
Sir,
No le habría preguntado en absoluto.
Pero no pude decírselo en voz alta.
Solo soy un pequeño insecto,
Atrapado en esta lata temblorosa y envenenada de silencios,
¿No?
Un pasajero en una línea borrosa,
Que lucha por conectar una ciudad borrosa,
Llena de gente borrosa,
Esto es Australia,
En este preciso momento.
Como Ulysses, como él, como ella, como elle, como yo,
Todos vagamos en estos túneles olvidados y los cables enterrados bajo esta arena roja,
Buscando gemas escondidas que se convierten en sueños de barro pegajoso,
Luchando contra monstruos no-míticos,
Como tú.
Nuestras manos rasgadas están demasiado cansadas para ti.
Te habría mordido con nuestras feroces lenguas milenarias,
Pero tenía demasiada agua estancada dentro,
demasiados cometas y estrellas fugaces que había dejado pasar
Y reemplazado por dientes de león a la fuga.
Tormenta de arena debajo de mi asiento,
me sumerjo más y más profundo en su remolino irrespirable,
deseando que me lleve a un no lugar
donde no hay luz sino oscuridad visible,
auriculares que son refugio de mi terremoto interior,
mientras él continúa con su oscuro vals de la medusa.
No tengo remedio,
siento demasiado,
la lluvia me atraviesa al caer.
Corazones de tierra y metal
Mis ojos cada vez más rasgados,
ni abiertos ni cerrados,
me parece un día calcado,
momento niebla.
Ráfagas,
apagados golpes de luz,
flashes de sonidos ronroneantes.
Los ojos de los demás
también luchan contra sí mismos.
Dormir, dormir, extinguir…se,
dejar de ser durante 5 horas y media.
Los otros son sólo espíritus,
sombras chinescas sin continuidad,
sus miradas como cristal blando.
Parece que no hubiera nadie aquí,
y la oscuridad es visible.
El tren se desliza y yo me entrego al movimiento inmóvil.
Ella, satélite espontáneo,
descubre el telón de un escenario
que incita a volar,
sobre montañas y lagos,
todos los grises
inequívocamente azules,
la luna.
Ya no duermo, ¿pero sueño?
Habito esta silla de espectador,
mi espacio reservado entre la penumbra
y el olor de la vida aletargada, dulce y ociosa.
Sólo las raíces de metal pueden impulsarnos con tanta fuerza.
Nunca me gustó retroceder,
esta velocidad segura es tan adictiva….
Me da miedo romper la película
de esta virtuosa proyección,
pero la ventana se abre,
la he abierto yo,
quiero sentirlo,
quiero beber los pequeños instantes
de la rápida fricción.
Nada se ha roto,
ahora huele a hojas acariciadas por mi tren,
por mi tren y mis dedos,
a cielo reinventado con nubes circulando
sobre raíles de blanco intenso.
¿Luz?
Abro los ojos,
y sale el sol,
o viceversa,
estamos sobre el mar,
también sabe nadar el tren,
que suspira mientras nos concede el milagro
de caminar sobre las aguas de Venecia.
En cada ventanilla aún se reflejan
los sueños de los viajantes,
llenos de color y texturas,
mezclándose con el amanecer,
un grafiti corrido sobre una pared gaseosa,
gritando todo lo que queramos recordar.
Por un momento me parece
vernos a todos proyectados en un solo lugar,
con media sonrisa en la cara
y corazones de tierra y metal.
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