Silencios

Y en los cortocircuitos del verbo

donde los besos hablan del silencio

que el lenguaje no sabe interpretar,

sellamos en los labios las palabras,

callamos murmurando las verdades,

y mudamos nuestra vida en nuestra piel.


Resaca

Qué raro

dormir sin ti

dormir aquí,

dormir así.

En el ecuador del verano

entre el junio académico

y el septiembre precipicios,

pero anómalo, fugaz,

y que se disipa mientras sucede.

Tantas veces ha pasado un año,

que no pensé que llegaría

el pasado triste.

El pasado contigo lejos de ti,

y de mí.

El pasado de la incertidumbre,

del miedo

y también del éxtasis.

Estoy sin estar y sin saber cómo

sentada en el wáter,

naufragando entre la cerveza y el ron,

recordándome hace un año regresando a casa,

o a tu lado en el mar.

Desde luego me recuero menos extraña en mi casa,

menos desconocida en mis fiestas,

menos extranjera en las sábanas de siempre.

Todo lo anhelo y lo extraño.

Todo se disuelve

y nada es lo que quiero.

Porque en realidad lo que a veces necesito

es volver a casa como mi hogar.

Suena la alarma como una paradoja

porque hace 24 horas que no duermo.

Mis sábanas, mi habitación,

la música del final de la verbena

que repiquetea en mi cabeza

hace vibrar todavía un poco

las ventanas de mi balcón.

La despedida.

La somnolencia y el alcohol

y el miedo,

y el miedo que se intensifica.


Salvavidas

Hay un hueco infinito entre la garganta y el estómago,

que se apaga con tiritas de mentira,

y se encoge cuando los parches se despegan,

y se queda la piel libre,

y prisionera el alma.


China

Me pregunto si compartiremos espacio alguna vez

con aquellos rostros rasgados por el este,

en otro espacio

o en otro tiempo

si volverán a sonar los melodías pegadizas

de un país saturado de colores que no sabe fingir,

o si un tifón volverá a azotarme

desde un rascacielos solitario

donde solo estemos tu y yo con el viento,

acaso recordaremos el rumor del agua desde tu habitación

me pregunto cuánto habrán cambiado los adoquines

de cualquier calle que conocimos

si volviéramos a pisarla en veinte años,

si nos miraríamos igual, si seríamos los mismos.

Ojalá conquistar una vida nómada,

donde el significado de ‘meta’ no sea fin

sino más allá,

donde el destino sea un pretexto para caminar,

donde pudieras convertir lo extranjero en hogar,

donde fuéramos eternos forasteros dedicando el tiempo

a descubrir, a contemplar.

Operación retorno

Me abate la nostalgia del verano

mientras saboreo mis últimas horas en casa.

Todavía no suena el himno de clausura.

Flotan los insectos en la piscina vacía,

en el vacío huerto.

Y se oyen las chicharras quejarse

porque son casi las ocho

y el suelo desprende fuego de agosto en septiembre.

Tiramos los desechos a los contenedores de colores

y hacemos la colada de las sábanas de los que ya se han ido

porque el lunes medio mundo madruga para servir al sistema.

Las fichas del parchís no se mueven asesinas,

ni las cáscaras de las pipas sobre los cuencos de la abuela.

Ni el Sol es una excusa para el tinto de verano

ni la luna para un gin tonic en el patio.

El pueblo empieza a quedarse solo,

a quedarse viejo,

a quejarse por todo,

a hablar de todos

y a importarle a nadie.

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