Soneto de amor
Melodía cautiva de tus ojos
liberada en una clave de sol.
Anidaste en la última flor
acosando todos mis sentidos.
La llamarada cegó los latidos
confundiendo el fuego con amor.
Descarnamos al pobre corazón
sin saber si estaba permitido.
Hoy la vida se nos cae a pedazos,
al placer lo reemplazó el dolor.
El corazón sobrevive a destajos,
de la melodía solo queda el loor,
y una línea dibujada a trazos
que no puede esgrimir un perdón.
Existencia
¿Oyes lo que el silencio tiene para decirte?
¿Oyes esa gota de rocío horadando la dura roca?
¿Y esa tenaz mariposa rompiendo la crisálida,
intentando batir sus angelicales alas?
¿Y el andar aletargado de ese ciempiés
arrastrándose por los intersticios de las piedras?
¿Los escuchas? Son los sonidos del silencio.
Solo porque no los escuchas, ¿no existen?
Si no los puedes ver, ¿no existen?
Si te los puedes imaginar, ¿existen?
¿Existe, entonces, esa Entidad Suprema
que cobija nuestra alma y nos regocija día a día,
aún cuando el mundo se cae a pedazos?
Ese sentimiento que desgrana el brillo del sol
Y lo arrebata en los ojos de cada enamorado.
¿Existe? O solo porque no se ve,
o no tiene una realidad latente, no existe.
Si todo lo que sientes, imaginas o percibes, existe;
entonces nunca dudes que en el Reino de los Cielos
nuestro Padre Celestial es Dios.
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