Del 0 al 7. Siete. Siete pisos.

-No puedo llegar -le dijo a José.

-Sí que puedes.

-No puedo. No puedo.

-Estaba más lejos Caracas. -Y apoyando sus manos sobre sus hombros buscó sus ojos, que se habían clavado en el suelo.

El ascensor frente a ellos se cerró de nuevo. Carolina apretó el botón de nuevo.

Se abrieron las puertas.

-No puedo.

-¿Y por las escaleras?

-Bueno.

José tomó su maleta y el bolso de ella se lo colgó en el brazo derecho. Carolina avanzó despacio hacia el primer escalón y sus zapatillas blancas no retrocedieron.

-Lo estás haciendo muy bien. -José, detrás de ella, le acariciaba la espalda que estaba casi desnuda por su camisa de finas tiras y largo escote.

-No me dejes sola.

-No te dejo sola.

En el piso 1 estaba doña Alicia esperando el ascensor con su perrito Chihuahua.

-¿Y usted cómo entró?

-Soy Caro, vecina.

-¡Marta! ¡Marta! Llama a la policía. ¡Rápido! -gritó hacia la puerta de su apartamento.

-Marta es su hija, pero vive en el extranjero hace muchos años. Pobrecita… -Le explicaba a José mientras seguían subiendo.

En el segundo piso quedaron a oscuras. José, buscando a tientas el interruptor, tropezó con su pecho. Le pidió perdón. Carolina buscó la mano de su ex marido y sutilmente la llevó a sus senos. Él respiraba agitado, ella tomó su cabeza y la dirigió despacio hacia el sitio donde empezaba a tocarla. Él aspiró el perfume que emanaba su cuerpo, pero como si lo hubiese asaltado un pensamiento de culpa apretó los dientes, juntó todas sus fuerzas y se separó.

-No lo hagas… Por favor. Sabes que no podemos. Sabes que estoy aquí porque sé lo que esto te duele… -Le suplicó a Carolina mientras con la linterna de su celular iluminaba el camino hacia el piso superior.

-No sé qué estoy haciendo. Perdón -respondió-.

En el tercer piso ella se detuvo, tomó un poco de agua y observó la Luna desde la ventana.

-Es bella. Sigamos.

José obedeció. La siguió silencioso. En el cuarto piso escucharon gritos y a un hombre que decía:

-Yo te voy a matar. Eres una mala madre y una mala mujer.

Acto seguido, un golpe seco y un pequeño gemido. José se abalanzó contra la puerta dispuesto a derribarla pero Carolina se lo impidió.

-Por favor, no hagas nada.

-¿Estás loca? ¡Ese tipo la está maltratando! ¿Cómo se te ocurre decirme que no haga nada?

-¡Escúchame! Tengo cinco años escuchando esos gritos. La primera vez hice lo mismo que tú quieres hacer. Toqué la puerta, lo insulté y lo amenacé con traer a la policía. Entonces ella salió detrás de la puerta hecha una fiera y me gritó que respetara su casa y que me fuera al infierno. Al mes, tocó mi puerta con un ojo morado, dos niños y una maleta. Mi papá y yo la recibimos, buscamos a su familia, la trasladamos hasta la casa de su madre. Todo eso conociendo los riesgos de que el hombre nos hiciera algo… Dos semanas después la encontré en la puerta. Con él, los dos niños y un ramo de rosas rojas. Sonreía como niña con bicicleta nueva y yo me di cuenta de que era un caso perdido.

-Pero…

-Ya. Déjalo ir. A ella le gusta la vida de porquería que tiene con él. Sigamos subiendo.

De la puerta 13, en el sexto piso, salía la conserje con un cubo de basura en las manos.

-Ay, mija! -Le dijo al verla-. ¿Cómo pudo pasar eso? Lo siento tanto. Yo todavía no me lo creo. Si el señor Francisco estuvo aquí el viernes y me saludó tan contento. ¿Cómo fue a tener ese accidente? Qué desgracia. Qué tristeza…

Ella le respondió con un abrazo largo y mudo porque no tenía palabras para responderle. Sí. Un accidente. Ella tampoco lo entiende.

Y entonces el piso 7. La puerta 15. La puerta de la casa de su padre. El corazón parecía que iba a estallar en cualquier momento. Y ella no podía comprender nada del mundo. Todo era ajeno ahora. Todo en este piso siete donde cada domingo había comido con papá, era lejano, extraño. En ese edificio, y en el mundo, la vida estaba incompleta.

¿Cómo se entra a esta casa si ya tú no existes en la tierra? ¿Cómo voy a oler el aire de tu apartamento? ¿Cómo ocupo yo este espacio y qué aire podré respirar si no me queda en el pecho nada más que tu recuerdo?

José no dice nada. Ella tiembla y mira la puerta

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