Viaje al centro de la tierra
Un negro terror me invade. La negrura me cerca, me rodea. La oscuridad invade todo mi cuerpo, mi cerebro, mis músculos, mis nervios. No puedo moverme, el miedo me paraliza. La angustia me atenaza y no me deja casi respirar. Siento un olor nauseabundo, tiemblo.Estoy en las profundidades de la tierra. Siguiendo las instrucciones de Arne Saknussem penetré por el cráter del Sneffels en Islandia. Fue un descenso vertiginoso en medio de la oscuridad y la humedad. Un suelo resbaladizo e irregular descendía en fuerte pendiente. Se notaba que había sido la chimenea del antiguo volcán, afortunadamente apagado desde hace muchos años. Cometí el error de ir solo, con mi linterna y una mochila por todo equipaje. No sé cuanto tiempo ha pasado, arrastrándome por estrechos pasadizos, caminando casi a ciegas sin saber que dirección tomar ni encontrar el camino de vuelta, perdí la brújula al tropezar en un saliente de la pared de roca. He visto cosas que no podríais ni imaginar, sombras de monstruos, lagos bajo la tierra, cegadores relámpagos en las cavernas… y ahora estoy aquí, no sé donde me encuentro, mi lámpara no funciona, no veo, fuertes y ensordecedores truenos sacuden mis oídos. Los truenos, ahora se repiten con mayor ritmo. Siento como si oyera una voz, pido auxilio. En esto, la voz se hace más clara:
-¡Salga ya! ¡lleva media hora encerrado!
Golpean la puerta. ¡Estoy a salvo! Me froto los ojos. Al moverme se enciende la luz del baño de caballeros. Respiro. Me levanto de la taza del retrete y abro la puerta. Fuera, una multitud enfurecida me mira con ojos críticos. Todos los comensales del restaurante se han levantado de sus asientos y me increpan. Entre el público distingo a Dieter Fischer-Dieskau, que canta “Die Sonne ist hinten unten den Gebirge”. No me detengo y salgo del restaurante, avergonzado. Tomo una decisión: ¡Nunca más volveré a beber Absenta con Vodka y zumo de limón! Está claro que el zumo de limón me sienta fatal.
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