¿Acaso me recuerdas?

Como yo lo hago sentado en una habitación vacía desde que te fuiste. Hoy, Karina te quisiera comentar que encontré la hoja del «rally» de museos que hicimos alguna vez, te quiero comentar que recuerdo que el día era soleado, y el zócalo estaba como siempre ajetreado, que comenzamos con entusiasmo y al final nuestras piernas no podían más, no tengo idea de cuánto habremos caminado pero si recuerdo tu emoción, esa que solías contagiarme, esa que me motivaba a seguir adelante, cuando entramos en el museo José Luis Cuevas, ese que nunca habíamos visitado, que no conocíamos, que tiene un patio central que lo adorna la escultura mencionada con paredes rojas y columnas adornando alrededor, recuerdo también que fue la primera vez que dibujamos uno junto a otro, en ese museo que tenía fachada de iglesia y al que no pudimos entrar porque estaba en reparación, y que fue una ventaja para nosotros porque nos permitió poder caminar más, también cuando llegamos al museo de medicina aquel imponente entre las calles de república de Brasil y república de Venezuela ¿lo recuerdas?, aquel palacio virreinal, el que decías que en algún momento fue sede del tribunal de la inquisición, queríamos ver la exposición pero no teníamos dinero ni tiempo, y nos saltamos la opción de recorrerlo bien para poder hacer las actividades, porque venias monitoreando cuantos habían terminado el «rally» y nos dabas esperanzas de ganar, honestamente quería ganar, pero no me importaba porque lo único que valía la pena era que estabas junto a mí, que siempre lograbas hacer que olvidara que no me gustaba ir al centro porque según yo estaba lleno de gente, pero contigo siempre fue algo más que agradable, recuerdo bien cuando terminamos todas las tareas de aquel palacio, un grupo de estudiantes llegaron justo después de nosotros por sus sellos, y nos burlamos de ellos porque teníamos más, porque ya habíamos ido a historia natural, al museo del chocolate, a los ya mencionados y a muchos más, porque ese día soleado y el anterior nos cultivamos a lo grande, porque siempre me hiciste mejor.

Y salimos aún con tiempo, nos faltaba solo uno, uno y ya habríamos terminado, ya no importaba ganar,aunque todavía podíamos hacerlo, ya lo relevante era terminar, y que lugar elegiste, la meta, el museo de la revolución; no sabías donde estabas pero siempre sabías moverte y llegar, y así nos condujiste hasta el monumento que un día pudo ser un gigantesco palacio legislativo, ¿recuerdas? Vimos juntos la maqueta, y varias pinturas del tema del museo, aquel lugar al que más tarde regresaríamos una noche para presenciar un concierto de jazz, y después tomar un café, pero ese día, el del rally, no llovió, y lo logramos,¡Lo logramos! ¡Gracias a ti! Aunque solo recibimos un premio, en el mismo lugar donde más adelante iríamos a un concierto de jazz, y nos dieron a elegir entre boletos para six flags o el museo de tolerancia, elegiste los segundos porque sabías que le temo a las alturas y porque ya te aburrías mucho de esos juegos; te dieron una playera que te quedaba gigante y que aún conservo en el cajón, pudimos tener dos pero yo era más descuidado que hoy, y olvide mi hoja de sellos.

Y estábamos en aquel museo subterráneo de pasillos y pinturas, de paredes blancas, de hecho todo era blanco, donde buscamos quien era quien en “la bola” aquel conjunto de figuras que bien podrían ser de mármol, pero eran tan blancas que parecían de yeso, salimos triunfantes cuando ya anochecía porque obtuvimos nuestro primer logro juntos, porque siempre fueron logros contigo todo lo que viví.

Y hoy estoy aquí, recordándote, viajando de nuevo a aquellos lugares tomados de la mano, viéndote sonreír, y preguntándome si a veces, aunque sea poquito, si… ¿tú me recuerdas a mí? Mientras yo te escribo otra narración que no llegara a tus manos, donde te digo que te amo, donde te digo que quiero viajar más veces, más lejos, más tiempo, contigo; a donde sea, pero siempre contigo.

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