Estaba en un bar, era mi favorito, era algo así como una despedida. El viejo Alex me miró de una forma muy extraña y no se apartó del teléfono, traté de ignorar con un par de tragos puros de vodka y después una cerveza oscura. Sonreí porque era curioso que me estuviera recordando lo jodido que estaba y la manera en la que terminaría por haber comenzado esa idea. Así que dejé la maleta de lado; escondida entre las sillas y la barra, saqué el celular rogando que hubiese un impulso para continuar perdiendo el tiempo a tragos, pero era claro que la hora de partir había llegado.

El taxi había llegado, pagué mi consumo a Alex y pedí al taxista que me llevara el resto del camino. Mi cabeza estaba jodida y ni siquiera podía entender las palabras que el conductor me decía. Sólo miré las banqueta y a las personas andando en ellas, las luces de los negocios que trataban de atraer a gente que compraban cosas que no necesitaban, y los otros que trabajaban para ellos esperando que los sueños con los que despertaban se cumplieran pronto. Y a lado, otro tipo de persona que salía del bar y jugaba con la vida cruzando los dedos para llegar a salvo a su casa. Como yo.

Le di las monedas, jalé mi maleta y salí del coche aliviado. Di unos pasos hacia delante y todo pareció perfecto, todo estaba bien.

Las luces de la entrada ayudaban a mantenerme alerta. Las puertas eléctricas me dieron la bienvenida, busqué el asiento más cómodo, encargué un café sin azúcar y saqué el papel para continuar lo que apenas había comenzado.

Madre, nadie me ha tratado mal. Y por cierto, el viejo Alex nunca fue lo que siempre creíste que era. Me contó que él no fue quien engañó a su esposa, ni que abandonó a sus hijos. Él estaba en el trabajo, mamá, había doblado turno para sacar un poco más de plata para los regalos de navidad y ella fue quien cometió el error que siempre has odiado, el que papá cometió. Se los llevó con su tía y dejó sólo una carta donde le decía claramente que era el fin, que no los buscara y que era mejor así. Ella lo amenazó con demandarlo y tener la custodia de los pequeños, ¿qué crees que hizo él?

Dejé mi equipaje arriba, lo aseguré y me puse el reproductor con mis canciones favoritas. Supuse que la madre e hija que peleaban pasaron algo similar a lo que yo porque recuerdo que, mientras yo trataba de controlarme, mi madre movió los brazos de la misma manera, después vinieron los golpes, los gritos y el llanto… Como sea, no puedo evitar eso.

Espero entiendas mi punto de vista. No es que Alex o cualquier señora que abofeteé a su cría sean un reclamo hacía ti. Es tonto que trate de corregir a mi propia madre, es sólo que quiero que mires desde otro punto de vista las cosas. Es decir, no quiero que pienses que me fui porque creo que eres una mala madre, claro que no.

Pienso que podemos hacer lo que siempre hacemos pero de la manera correcta. Es que un golpe no puede expresar nada más que odio, y para que ese odio existiese, hubo un momento donde nació, hubo otro padre o madre con el mismo signo de odio.

Quiero decir que lo que sucedió con mi hermano, cuando le regresé el golpe, no fue mi intención lastimarlo, quería salir de allí y respirar un poco hasta que las palabras pudieran decir lo que quería decir. Los tres queríamos llegar al mismo lugar, pero ninguno lo dijo.

El tren llegó a tope y sólo me esperaba a mí y a un par de personas que también se les complicó. Rápido levanté el papel del suelo, acomodé mis plumas y libretas, bajé el equipaje y salí volando de allí.

La señorita mencionando el final del recorrido, el timbre de los trenes reposando, las conversaciones de la gente y el grito de un caballero que preguntaba si alguien faltaba de subir al tren que cruzaría el país eran los únicos sonidos de la sinfonía.

Me dirigí al lobby del hotel y pagué por una habitación sencilla. Me dieron las llaves con el diecinueve grabado en su cabeza y me dio indicaciones.

Mientras subía por el elevador estaba pensando en la carta para mamá, me preguntaba si ella estaba preocupada, o si se sentía mejor, me preguntaba si era correcto lo que estaba haciendo. Me quité los zapatos y puse mi libreta en la pequeña mesa que estaba frente a la cama, a lado de la TV y con una bonita vista al balcón. Tomé una pluma y saqué la punta preparado a terminarla.

Cuando las arrugas del doblez por mitad habían tomado su forma original, ya llevaba un par de líneas leídas. ni siquiera pensé en cambiar o tachar ni una sola palabra para que sonase mejor,

Entonces llegué al último párrafo escrito y sin despegar mis ojos del papel acerqué la pluma y continué.

Discúlpame

Las demás palabras se agregaban como un gran baile

Sé que tal vez esperas algo más de mí, pero no quiero estar luchando por sobrevivir en un lugar donde no puedo pertenecer. Y lo encontré; el pueblo cerca de la playa, una habitación por una noche y después un departamento no suenan mala idea. Puedo seguir siendo yo de este lado. No me estoy rindiendo madre, y no es culpa de Alex o de mi hermano, ni siquiera tuya. He decidido la vida que tomaré y las decisiones que voy a seguir. Soy alguien distinto a cuando niño; hoy no quiero ser artista ni salir en televisión mientras me entrevistan y me ponen de ejemplo entre miles y miles sólo para sacar unos pesos. Nadie va a descubrirme, mamá, y no voy a convertirme en una leyenda. Pero te aseguro que seré feliz.


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