Una forma de sanar.

¿Alguna vez sintieron esa necesidad de volar tan lejos donde la vida deje de ser y vuelva a comenzar?

A veces nos toca atravesar etapas donde los días son difíciles, donde el dolor es habitual y el sufrimiento se hace carne, épocas donde el vivir se transforma en cronómetro y el tiempo se convierte en sólo número…

Entonces pasa que en algún intento desesperado por escaparnos un rato de esa realidad, tomamos la decisión de probar nuevos caminos, vivir nuevas experiencias y sentir nuevas esperanzas, es ahí donde todo comienza.

Elegimos el lugar, el como y el cuando, metemos en la maleta nuestro vestido favorito con el que siempre soñamos vivir ésa gran historia de amor, un par de miedos en la cartera y así, con la nostalgia del soltar y las ganas de seguir, emprendemos nuestro viaje.

El llegar te sacude los sentidos, todo es tan fascinantemente nuevo y desconocido que en las venas solo corre la adrenalina del saber, del conocer. Los lugares te resultan tan hermosos que por primera vez olvidas el capturar y te dedicas a disfrutar. La arena te transmite ese calor que te faltaba, las olas te gritan conjunto al viento recordándote lo lindo que es respirar. Conoces gente que te hace sentir en casa, esa casa del alma que no habitabas hace tiempo, aprendes el valor de las amistades pasajeras, del amor, del compartir.

Finalmente, un día al despertar te dejas sentir, te dejas escuchar. Revisas cada centímetro de tu Ser buscando ese lugar oscuro que no te dejaba avanzar y notas que ya no está, notas que ya nada duele, ya nada mata, nada importa. Sólo reconoces tu alma junto a tus ganas de sentir que te gritan desde lo mas profundo: ¡GRACIAS!.