Tu mirada sorprendida, ávida, curiosa que se perdía en un mundo nuevo, un paisaje mágico, pleno de sorpresas y experiencias por vivir. Tu manito regordeta y cálida aferrándose a la mía, insegura, buscando refugio, consuelo, guía. Hace un largo tiempo, que parece ayer, emprendimos un viaje juntos, el mejor de mi vida. Los dos descubriendo sentimientos y vivencias. Tropezando en el recorrido, cayendo y volviendo a seguir. Muchas risas y juegos compartidos, muchas alegrías y también llantos. Grandes logros que me llenan de orgullo el corazón. Tu primera sonrisa, tu primera palabra, tus primeros pasos. Las primeras letras y números en la escuela. Las tardes compartidas de meriendas y charlas con amigos. Muchas noches en vela cuidando un resfrío, un dolor de panza, algún capricho o angustia o quizás alguna desilusión.

Lentamente fuiste creciendo, tus pasos se afirmaron, tus ojos se iluminaron, tus palabras más firmes y decididas. Tu espíritu se fue templando. Estableciste nuevas relaciones, nuevos lazos. Otros destinos te tuvieron de pasajero Tu mano, poco a poco fue soltando la mía y muchas veces, ¿Por qué no admitirlo?, sentí una punzada de dolor y celos al ver otros brazos cobijar tus angustias y otros oídos escuchar tus confidencias.

Pero hijo mío, piensa que, aunque creas que ya no necesitas mis consejos y mi guía y que otras almas se unan a vos en tu recorrida por la vida, siempre estaré a tu lado, esperando, observando, compartiendo. Juntos seguiremos viajando por ese camino que emprendimos hace unos cuantos años. Y aún si hoy tus ansias te llevan a otros destinos, mi amor de madre allí estará, a tu lado, protegiendo, comprendiendo y enseñando, pero por sobre todas las cosas, siempre viajando con vos en este recorrido maravilloso de la vida.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS