LUNÁTICOS

Como casi todas las noches de plenilunio, me encontraba con mi gato Hayden en la cima de la pequeña colina ubicada cerca de nuestro pueblo, Solíamos subir allí casi de manera ritual para compartir y disfrutar del maravilloso espectáculo que nos brinda el cercano cuerpo celeste, la vista era privilegiada, además, nuestro pueblo es muy pequeño y la contaminación lumínica casi nula. A menudo pasábamos horas y horas tumbados en el césped jugando y comentando cómo nos atraía la brillante y circular luz de la luna, era una percepción extraña, sentíamos una especie de trance a través del efluvio lunar; era inexplicablemente placentero.
Aquella noche era singular pues el cielo estaba totalmente despejado y oscuro con lo cual el espectáculo de aquel lucero gigante embelesaba a cualquiera. Últimamente nos estábamos aficionando a tomarnos fotografías, y Hayden, que es muy curioso, posaba ante la cámara como todo un modelo felino, haciendo piruetas y en su típica postura de leon de las sabanas, la verdad algunas fotos quedaban como de postal.
Esa misma noche nos preguntábamos cómo sería estar allí en la luna, que se sentiría, como sería su clima y su paisaje, y sobre todo las vistas hacia nuestro planeta. Entonces le propuse a Hayden que planificasemos un viaje lunático, la humanidad ya había creado medios de transporte para llevar turistas al espacio y que además no eran muy costosos; podría ser una aventura increíble. A Hayden le emociono mucho la idea y por supuesto a mi también, incluso me pregunto si podría llevar a Berta, su novia, y le respondí que mejor hiciésemos este viaje solos, en plan de aventura, y lo tomo con calma, incluso comenzó a ronronear.
El día de la partida llegamos un poco nerviosos al aeropuerto puesto que nunca habíamos montado en aeronaves, apenas si sabíamos como eran aquellos aparatos; y la verdad no varían mucho de los tradicionales.
El viaje fue corto y sencillo, apenas nos dio tiempo de mirar por la ventanilla y contemplar el oscuro espacio infinito salpicado por las titilantes estrellas; era una sensación de estupor mezclada con curiosidad.
El itinerario era sencillo, partir por la mañana y retornar a última hora de la tarde.
Al llegar al cuerpo celeste nos impactó mucho el ambiente oscuro y gélido, era una atmósfera casi lúgubre. El paisaje, como habíamos visto en imágenes, estaba formado por desiertos de polvo y piedra lunar, cráteres, mares gélidos y montañas antiguas, todo de un color grisáceo oscuro volcánico.
Comenzamos nuestra travesía con mucho entusiasmo, Hayden no paraba de saltar y cotillear por entre las rocas, esperando tal vez en poder cazar algo.
Decidimos acercarnos a uno de los cráteres y hacernos algunas instantaneas para el recuerdo, con la desdicha, de que al pararnos muy cerca del borde, resbalamos y caímos rodando entre gritos y maullidos por el desfiladero pedregoso hasta el fondo del pozo lunar; afortunadamente no sufrimos daños mayores, salvo algunos rasguños. Pero eso no fue el mayor problema, lo complicado estuvo al momento de salir del inmenso agujero, cada vez que lo intentábamos volvíamos a resbalar y la situación ya estaba tornándose inquietante; fue entonces, utilizando las técnicas para escalar de Hayden, como pudimos poco a poco llegar a la cornisa del inmenso agujero y por fin librarnos de tan aterradora experiencia.
No habíamos tenido en cuenta todo el tiempo que perdimos allí, con lo cual, perdimos el vuelo de retorno a casa, y solo se hacía un viaje por semana al satélite de la tierra. Nos invadió una sensación de desamparo que no se le debe desear a ningún ser viviente. Afortunadamente ya existían módulos donde en ocasiones vivían los científicos y estudiosos del universo, y pudimos pasar allí los días de forzoso abandono.
Las siguientes jornadas las dedicamos a caminar y explorar un poco mas el paisaje lunar, pero la verdad que se tornó monótono y simple, pues aquel ambiente carecía de colores y vida alegre como la de nuestro planeta.
Invadidos por la nostalgia empezamos a contemplar la tierra, hasta ese momento no le habíamos prestado atención, y nos dejó sin aliento lo maravilloso de aquel espectáculo espacial. Los colores de la tierra resaltaban en el fondo oscuro del universo, era una perfecta esfera decorada con el azul y el agua Marina de los océanos, el ocre y el verde de los continentes, con algunas pinceladas de nubes blancas, todo esto rodeado por un aura luminosa; comente con Hayden de difícilmente volveríamos a ver algo semejante en nuestras vidas. Aumento el anhelo de volver a casa, extrañábamos nuestra rutina y nuestro pueblo, y Hayden hechaba mucho de menos a su novia Berta, lo sentí maullar en algún momento.
Llegó el día de retornar a casa y la nostalgia se transformó en algarabía, no veíamos el momento de abandonar aquel ambiente desolador.
En el vuelo de retorno conversamos sobre nuestra odisea y decidimos no volver hacer viajes de este tipo, llegamos a la conclusión de que era mucho mejor contemplar nuestra hermosa luna desde la colina del pueblo; y aquello fue lo que hicimos la primera noche que llegamos a nuestro único y adorado planeta; en compañía de Berta obviamente.

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