Nunca quise hacer ese viaje, eran demasiadas horas para ver lo mismo de siempre, un mar tranquilo rodeado de sombrillas, chiringuitos abarrotados, noches insomnes por el ruido y el calor, así que iba enfurruñada en el asiento del copiloto, sin mirarle, sin hablar…
Sentí su mano en mi rodilla y me volví hacía él, te quiero, me dijo con los ojos luminosos, después el ruido y la oscuridad lo invadieron todo.
Yo también te quería, pensé mientras recorría el camino hacia la luz
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