PRIMERA ETAPA


Por encima del hueco siniestro de los viejos abismos

revolotea el negro pájaro de los sueños perdidos.

Y en sus alas, cargadas de aterradores presagios,

se acumula el silencio de los seres que jamás hablaron.

Es ancha la distancia entre dos mundos, fríos y obsesivos,

empeñados en ser por detrás de las manos tendidas.

Incrustado en una fracción de tiempo

que gira en el sentido contrario al de la vida,

recorre el infinito que se extiende a espaldas del espacio,

acercándose a un punto invisible, centrado en el silencio,

o huyendo de una esfera de nada, repleta de inquietud.

Se estremecen de hastío los mundos que pasan a su lado.

Aquel pequeño ser, informe y rígido

que algún día salió o fue expulsado del mundo de las cosas posibles,

en busca del viejo universo del no ser inexistente,

circunda los fríos espacios henchidos de temblores,

preñados de monótonos augurios.

Los estrictos esquemas de extrañas sensaciones

relajan sus distancias en el espacio informe

permitiendo el absurdo silogismo que hizo posible su tímida existencia

como ente pensante, amorfo y positivo,

como inútil promesa de imposibles futuros.

Y de pronto ante él,

concentrado en un punto moviente en la distancia,

fijo en el centro fijo de un mundo paralítico,

taciturno y clavado en un mar de impasibles interrogantes,

apareció, cercado por el extraño círculo vacío,

el infinitamente nulo hecho del no-ser inexistente que integra tu presencia.

Y así,

incluido en su única historia que le conduce a ti,

inexorablemente lucido y directo,

el ente inescrutable que proviene del mundo de las formas posibles

se introdujo en la marcha de una corriente eterna que se dirige a ti desde la nada.

Llegó hasta a ser brillante su figura al alcanzar tu tibia proximidad,

y el pequeño mortal transformó en energía de sonrisa

parte de su silencio acumulado a lo largo de siglos.

Luego, en un giro rápido,

enfiló tu presencia.

Se lanzó hacia tu centro

con la mirada fija y el corazón clavado…..

El final infinito que se extiende desde detrás del último segundo del más pequeño evento

se estremeció un momento,

y las flores de miedo y de vergüenza que crecen en el fondo de los océanos de mundos imposibles

cerraron sus corolas insensibles.

Se disparó una catarata de ruidos absurdos, machacones, agudos, palpitantes, hirientes, asesinos.

Resquebrajado el punto vertebral de su primera esencia,

el absurdo mortal que creyó comprender tu paradoja,

de rebote del centro azul de tu no-ser inexistente

giró por los espacios que rodean el mundo de los viejos interrogantes

y cayó en las esferas donde el hoy es mañana

y el mañana es silencio.

Un sabor amargo irradió del hueco de sus ojos.

Y lloró.

SEGUNDA ETAPA

El camino no es como tú lo dibujas

Aunque puedes creer que tu sueño soportará tu paso

Y quizá lo soporte unos siglos,

Pero el silencio al fin atrapara tu pensamiento

Sin que puedas jamás escapar del único futuro de todos los que sueñan

Y de todos los seres que intentan no ser de la misma figura que el molde

Pequeño como el vuelo de un segundo a través de la historia,

informe como el vacío recogido en el cuenco de unas manos muertas,

mudo como el silencio roto por un hacha,

desligado de las formas mortales.

Desechas sus uniones con las formas infinitas que atornillan la trayectoria,

se dirige la voluntad en monótonos impulsos hacia el centro imaginado

de tu no-ser inexistente,

por las largas veredas que recorren por fuera el silencio que sigue

a la última palabra de un sueño,

evocando sutiles diferencias entre ayer y después

para basar en ellas la ilógica estructura de unas coordenadas intangibles

que dominan el universo de los espacios formes

y transforman el amor en estancia

y la voluntad en absurdas cuadrículas,

el diminuto ser, pequeño y amorfo,

intenta penetrar la compacta distancia que cercena su sueño,

escudriña las móviles referencias

que le permiten no alejarse del centro azul que busca

y gira alrededor de las risas que surgen de los arcaicos vacíos infernales

que amenazan con tornar en tañidos obscenos el silencio que le guía.

Las viejas sombras que surgen de los antiguos conceptos

nuevamente pululan en torno a sus impulsos

y se enrollan alrededor de sus concepciones de futuro

intentando frenar las llamas azules que resaltan la distancia.

Pero las viejas sombras que surgen de los antiguos conceptos

se quiebran reflejándose en el bruñido fondo de las fosas arcaicas,

tras las que se adivina el núcleo trascendente que guía la curvada trayectoria

rodeado por grandes imposibles con los ojos cargados

y la vida rellena de tercas negativas a ser camino.

Pero ya nada frena al ser, informe y positivo

que en pos del silencio del soñar intangible

se abalanza por los costados del infinito

en pos del objetivo que siempre había soñado,

que, inmensamente solo, ha soñado durante miles de generaciones,

ciclo tras ciclo, segundo tras segundo.

Aquel antiguo mundo de las cosas posibles, de las palabras quietas,

queda tan lejos que quizás nunca ha sido,

ni siquiera ha tenido una escueta posibilidad de existir,

que quizás sólo ha sido una entelequia surgida del fondo de los tiempos,

alojada en las fauces de un ser vigilante, gris y monótono,

destinada a impedir que una fracción de sueño alcance las esferas,

brillantes y dolorosamente libres,

que circunvalan el mundo de las formas posibles.

Y, al fin, el pequeño mortal, pensante y mudo

Contempla, en una esquina de su vida

toda la realidad de lo que es cierto.

Y su silencio salta hecho pedazos,

y su voz se derrama en orgía jubilosa,

entre brazos que abrazan la nueva libertad, y la alegría

de quien sabe que ha sido trasladado por la mano caliente y poderosa de aquel que le ha creado

hasta el fin del destino, que un día, antes de todo,

fue escrito para él en la invisible traza de un sol todavía supuesto.

Y el silencio se funde en alabanzas,

y todos los colores del amor se vuelven hacia el centro de donde habían surgido.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

(Noche oscura del alma, Juan de la Cruz)

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