UN VIAJE A LA NADA

UN VIAJE A LA NADA

Kelvin Mendoza

20/08/2019

Dicen que cuando estás destinado a un lugar, el deber es ir, sin importar si dicen que es lindo, o feo, si es un maravilloso lugar, o simplemente un mal recorrido y una pésima idea. Que cuando llegues tu vida cambiará, pero no sabes si será para bien o para mal, si en un momento decides regresar, o simplemente no volverás… cabe recalcar que en esta vida, en este mundo, empezamos a ver aquellos lugares que a algunos no les llama la atención porque piensan que un simple cielo en una tarde es algo normal, porque ver las montañas con aquel rojizo del ocaso es algo común y corriente, porque ver el paisaje y aquellas auroras es algo aburrido, pero uno eso es lo que está buscando, y así, empieza con el rumbo o el destino, sin conocer el lugar al que irías, al que estas destinado: y no me refiero a la muerte, sino a ese sitio que solamente te llama.

Llegó el punto de partida, llegó la hora de marchar a mi destino, me subí al primer autobús que salía de la ciudad que logré ver, solo una mochila y una vieja cámara que siendo el lugar indicado no importaba si era de muy buena calidad, no importaba simplemente. Por fin en el bus no logré reconocer a nadie, pues no soy muy social, logro hacer que las personas en mí alrededor no existan estando ahí al frente o a los lados. La maravillosa idea de no poder ver a nadie me fascina mucho, es algo relajante he incluso si es en la naturaleza, pero para mí mala suerte estaba aún en aquel bus y apenas habían pasado unos cuantos minutos: cuarenta para ser exactos. Detestando la música que pusieron en el bus, descubrí que en mi mochila no traía mis audífonos, y en mi mente me decía «oh genial lo que faltaba, empezamos mal».

De pronto, pasando ya una hora y veinte minutos un neumático empieza a fallar y el bus comienza a desestabilizarse, sin pensar en lo que estaba ocurriendo ciertamente, las personas asustadas totalmente, mujeres y niños que se habían subido recién, el llanto se encargó de que familias enteras perdieran la potestad de mantener la calma, el conductor por otro lado haciendo lo posible para que no ocurra algo trágico, a dos asientos a mi derecha se encontraba una pareja de abuelos, que pareciera fueran con las mismas ganas que yo en salir de viaje y hacer nuevas aventuras, aprovechar el tiempo aun siendo abuelos, ellos mantuvieron la calma: claro abrazándose y rezando.

Me propuse algo, algo sin pensarlo mucho, ya que si lo pensaba demasiado no lo haría. Yo solo hablaba conmigo mismo y claro el bus seguía inestable, era una carretera recta en ese entonces, si hubiese sido curva no estaríamos aquí, yo escribiendo y tú leyendo esto. En fin, mi idea en mi cabeza era simple, ir a conversar con aquella pareja y preguntarles el propósito de su viaje: claro luego de que el conductor pare el bus sin problemas, mientras tanto, yo también estaba agarrándome de los asientos, o de lo que podía pero por mi mente solo pasaba la idea de viviré o simplemente moriré aquí, haciendo eso solo me llamaba la atención del paisaje, estaba nublado y a punto de llover. Cuando de repente el autobús se estabiliza de golpe, chocando contra un poste de luz, unos que otros salieron de sus asientos quedando heridos y tirados en el suelo, los gritos aumentaron, los rezos de algunos no faltaron pero… todo quedaría en manos de los paramédicos, llegando al sitio un centenar de ambulancias y policías: así lo creía yo pero… tardando y ya algunos minutos pasando, que para algunas personas ya sería muy tarde. Aquellos ancianos nunca dejaron de abrazarse, pero noto que el abuelo tiene una fractura en su brazo derecho, con el que estaba sosteniendo y protegiendo la cabeza de su esposa, se veía muy pálido y decayendo poco a poco, quizás tuvo un mal golpe en su cabeza también. Su esposa que no le sucedió nada, me miró y de una forma muy asustada cuando notó el brazo roto de su esposo, con sus ojos rojos a punto de botar sus lágrimas, apresuradamente me saco el cinturón de seguridad, ya cuando iba rápidamente noto un triste pero desequilibrado lugar con gritos desgarradores de ayuda, otros llamando a sus familiares, pero esa mirada de aquella señora me dejó claro que debía ir a ayudarle y ver que le estaba pasando a su esposo. Sudando frío, logro llegar a donde se encontraban ellos, con dos pasos largos y saltando personas que estaban caídas, no sé si muertas o simplemente heridas, pero llegué, y sinceramente aquel anciano no estaba nada bien, ahora era su esposa quien lo estaba sujetando par que no caiga al suelo, cuidadosamente agarro su brazo fracturado y lo coloco en sus piernas, lo recuesto para que su cabeza se pudiera apoyar y no haga mucha fuerza, noto su palidez, y algo andaba mal su mirar ya estaba en la nada, su respiración era tan fuerte como cuando vas a correr y ya estas demasiado cansado para seguir y empiezas a respirar muy fuerte, así estaba él. Pasando ya diez minutos, las sirenas de las ambulancias se escuchaban a lo lejos, era un alivio, pues aun había tiempo para salvarlo o esperar a que no le sucediera algo más grave, su esposa lo abraza y aquel se empieza a tranquilizar, llegando al fin los paramédicos me seco el sudor y por lo visto en mi chaqueta era sangre lo que tenía y lo que me rodaba.

Pasó una hora y logran ayudar a todos, aquel anciano está mejor y con su amada, no logré preguntarles su motivo de viaje pero así está bien, mi viaje terminó en la nada, y mirando al cielo solo vi un ocaso, las nubes grises se habían marchado junto con la lluvia, y ahí estaba, un maravilloso cielo.

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