En Killa, Jacobo rodó sobre una tabla desde la cima de las dunas, navegó en un lago con estatuas de sirenas y visitó un museo de objetos antiguos; estos pertenecían a un grupo de mujeres que consiguieron dominar con hechizos aquella ciudad de aire místico. Su próximo viaje era en la noche siguiente, los principales atractivos de Killa ya los había visto, tenía la tarde libre, decidió explorar por su cuenta. Siguió por las calles menos transitadas y así, sin querer, llegó hasta un bosque. Un bosque con árboles de troncos torcidos, como si los arboles entre ellos hubieran peleado. Avanzó, olía a tierra mojada, el viento sacudía las ramas derramando polvo y en cada pisada, crujían las hojas secas del suelo. ¿Dónde están las aves? se preguntó extrañado al no escuchar ni un solo canturreo. El cielo se estaba oscureciendo, más de una vez, su conciencia le alertaba y le exigía volver. Jacobo seguía con pasos apurados, aquel bosque lo atraía y sabía que necesitaba terminar de recorrerlo porque sólo entonces se permitiría regresar.
Encontró un grupo de árboles que formaban un círculo, todos muy juntos, las ramas torcidas se mezclaban entre ellas y no se podía distinguir si le pertenecían al árbol de la derecha o al de la izquierda. El viento corría con más fuerza, Jacobo miraba el cerco, sentía curiosidad por saber qué escondía. Durante siete minutos se quedó observando, buscando un costado por donde entrar, las hojas caían sin pausa y no había forma de diferenciar un espacio del otro. Decidió entrar a gatas, avanzaba con la cabeza agachada, no podía levantar su rostro, sus brazos rozaron con las ramas y le marcaron finas líneas rojas, ya faltaba poco, el sudor le empapaba la espalda, se incorporó de un impulso con una sensación de triunfo. Sensación que se desvaneció al ver un pedazo gris de tierra, sin flores, ni pasto, ni siquiera hierba mala, en el centro sólo había un tronco seco, plomo por el polvo acumulado. Se acercó hasta el tronco, por impulso levantó las manos y lo tocó. Por unos segundos, le pareció que el tiempo se detenía y que el viento soplaba con más fuerza, Jacobo se sintió inquieto, “lo mejor será volver al hostal” se dijo a sí mismo. Encontró una salida entre los arboles por donde pudo pasar de costado, “cómo no lo vi antes”, pensó extrañado, el viento se había calmado quedando una pequeña brisa que apenas sacudía las hojas.
Aquella noche, soñó con una mujer delgada de piel morena, cabello corto y ojos grandes, ella estaba en aquel bosque, corriendo, escapando, muchos la perseguían y gritaban “bruja”, varias piedras tiradas al aire y ella ahí al frente… despertó sobresaltado pensando en ella ¿Por qué la perseguían? ¿Quién era?… abrió las cortinas, la oscuridad le recordó que era un sueño, volvió a dormirse.
Horas más tarde, Jacobo despertó inquieto, eran las 6 de la mañana, garuaba. Caminó rápido rumbo al bosque y no se detuvo hasta llegar al cerco, extrañado vio que había varios lugares por donde entrar, él siguió de frente, para su sorpresa no encontró el tronco seco, confundido miraba el centro vacío…
–¡Jacobooo! –era el grito de una mujer.
Él desconcertado miró a los costados y hacia atrás, sólo estaban los árboles.
–Ja…co…bo… –era la voz suave de una mujer.
Él volteó despacio y la vio, ella usaba un vestido blanco largo y tenía los ojos grandes… la reconoció, era la mujer que vio en sus sueños, de ojos grandes y cabello corto.
–¿Quién eres? –preguntó y un nombre en su mente se repitió una y otra vez “Kala, Kala, Kala…”.
–Kala –dijo él con voz baja.
Ella se acercó y lo sorprendió con un beso, sus lenguas bailaron al mismo ritmo y el calor invadió sus cuerpos. Ella dejó caer el vestido, Jacobo se quitó el polo y el short. Ella meneaba sus caderas, él besó cada rincón de su cuerpo… ella se recostó sobre la tierra y él encima de ella, ella clavaba sus uñas sobre su espalda y abría sus piernas, él entró, ella gemía y sacudía su pelvis sin dejarlo salir, a él le gustó sentirse tan apretado, se vino, el olor a tierra mojada era intenso, todos sus poros estaban cubiertos con polvo. Él se recostó para recuperar el aliento, ella aún quería más, se montó sobre él. Jacobo empezaba a sentir frío, quería ponerse su ropa, pero se sentía sin fuerzas para incorporarse. Ella mordisqueaba su cuello y lo besaba en la boca, él apenas le devolvía el beso hasta que su respiración se atascó y sus ojos se cerraron.
Kala miraba a Jacobo con lágrimas en los ojos, él era su salvación. Se recordó corriendo, los hombres de la ciudad estaban molestos por sus hechizos, ella que se burlaba de la fidelidad los había hechizado para que confundieran a sus parejas, ellos al verse traicionados se retaron a duelos, cuatro hombres yacían muertos, cuando descubrieron su maldad. Esquivó las piedras, ellos reclamaron por justicia, sus hermanas intervinieron y la convirtieron en un árbol. Había pasado tanto tiempo dormida, hasta que escuchó el rumor de unos pasos. Jacobo llegó a ella y la tocó por primera vez, ella aun siendo un tronco, sintió el corazón palpitar, la sangre fluir y el olor a sudor, consiguió coger un poco de su energía, pero no era suficiente, necesitaba más, lo llamó durante la noche, él volvió y ella, esta vez, cogió todo. Se sentía viva, al fin era libre para seguir su camino… un ruido interrumpió sus pensamientos, Jacobo abría la boca intentando respirar, Kala lo volvió a besar y sintió esas ganas de querer explorar todo.
Algunos días después, la policía buscaba a un joven extranjero, varón de 26 años, de brazos fuertes y de ojos azules, alguien dijo que lo vio en el bosque de los árboles torcidos, no hallaron ninguna pista, pero sí encontraron tras un cerco de árboles: un hermoso roble rodeado de arbustos fuertes y flores amarillas.
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