I

Coronando abrazos

llegaron los miedos,

en un agorero

de ausencia y de hiel.

Letanías trajo

aquella partida,

que dejó las huellas

de un incierto ayer.

Manojos de huecos

de recuerdos idos

de alegrías muertas

quedaron ayer.

Y en jirones tibios

de melancolías,

recogí mi sombra

y volví a partir.

.

II

Sobre el rostro dolorido

caía la sombra del pelo

música sin ritmo,

mariposa sin vuelo;

así era la tarde

de dolor, de gritos,

de lágrimas y ruegos,

de temor,

de ausencias.

De pronto el silencio que duele

la verdad que no calla,

el temor que no miente,

y la realidad explota

en esa mujer de mirada ausente.


III

Tus ojos sencillos

estaban distantes.

Los míos sabían

del mismo dolor.

Y ante la inminente

y cruel despedida,

huyeron en lágrimas

sonaron partidas.

IV

La mañana

entró en mi cuarto,

iluminó mi cara,

pintó las paredes,

calentó los vidrios,

doró las pupilas,

sacudió las sábanas,

levantó mis piernas,

recogió mis sueños,

guardó mis recuerdos;

y cuando todo estuvo

en su punto justo,

me dio un gran abrazo

y me entregó al mundo.

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