El insomnio y el dolor en mi pecho se habían vuelto insostenibles, la terapeuta me sugirió viajar por las noches a un lugar meramente mío, detallarlo y moldearlo a mi necesidad de disipar fantasmas.

Algún recuerdo de estimulantes olores creó ríos y verdes colinas que decidí recorrer hasta llegar a la cima de un monte donde se encontraba una grata cabaña.

Tras explorarla, descubrí un enorme cráter al dorso, me senté asombrado y encendí un cigarro deseando permanecer ahí por el resto de mis días.

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