¿Han intentado conjugar estos dos términos? Y expongo el primero (oficio) como fórmula especifica de producción remunerada; es decir que aporte a la noble y necesaria causa de la subsistencia.
Llegué a la capital desde mi ciudad provinciana, ávido de ver el mundo y de otras experiencias citadinas. Busqué trabajo en disímiles usos que darle a mi intelecto.
”Casi” conocí todas las oficinas del este de la capital. En ninguna quisieron aceptarme.
Me fui a los muelles en busca de aventuras. Buscando la experiencia de los hombres que vienen y van en tanta agua y horizonte, dejando sólo un beso tras la despedida en cada puerto.
No me admitieron por falta de vacantes.
Quise ser estibador. Ser parte de ellos mismos. Y compartir cada jornada entre embalajes, borracheras y alguna que otra trompada.
No me admitieron por falta de vacantes.
Fui a las obras en construcción de la Plaza Cívica, para conocer obreros de músculos como alambres, sonrisas generosas y ritmo de tambores que nacían con la tarde para apagarse ebrios con las madrugadas.
No me admitieron por falta de vacantes.
Busqué a la gente laboriosa que cuidaba diariamente la ciudad. Quise estar con ellos para conocer las calles recogiendo anécdotas que recordaría luego.
No hay vacantes, me dijeron… Y salí del lugar, apagado mi entusiasmo de aventuras laborales, aunque fueran estas, mínimamente remuneradas.
Me sorprendió la noche en la alameda, donde tantas parejas profesaban, mostraban y adulaban al romance, sin tener la menor idea de cómo exponerlo, o al menos convertirlo en palabras caprichosas.
De un salto ajusté mis ideas. Y recordando algún filme europeo, de esos que no ve nadie; empuñé mi mejor arma y recorrí la alameda, el malecón, la Rampa. Recitando, componiendo y declamando pasajes inéditos y célebres a rostros anónimos que jamás recordaría. Hice lo mejor que hice siempre…
Me sorprendieron las luces del oriente contabilizando una pequeña fortuna, recaudada gracias a la poesía.
OPINIONES Y COMENTARIOS