Por lo general, estos viajes comienzan a las cuatro de la mañana. Tomando en cuenta que ya he alistado lo necesario la noche anterior. Solo faltaría la comida para el primer día, que la prepararé poco antes de salir. Éste será el último viaje que haré. No porque no quiera, sino porqué las rodillas ya están poniendo resistencia.

Aún no ha salido el sol y ya estoy esperando a mis eternos compañeros de viaje en la plaza. De ahí partiremos. Dos horas de viaje en bus, para luego iniciar nuestra aventura por el Camino del Inca. Está haciendo frío y eso se debe a que ha nevado estos últimos días. Esperemos no se nos presenten inconvenientes en la cumbre, que siempre ha sido un lugar de variantes en el clima.

Esta vez somos ocho las personas que iremos de viaje: Ismael y su hermano, Javier y su novia, también Karina que es la sobrina de Javier, Marco y Mariana que es la chica nueva y yo. Poco a poco va aclarando, al parecer será un día poco nuboso, hemos llegado al punto de partida. Siempre me gustó realizar este viaje por que poco a poco vas viendo el cambio entre un clima seco, árido de tierra áspera y viento helado a un calor húmedo de verdes matices, atravesando por un frió intenso al llegar a la cima de la cumbre.

-¡Cómo nunca! Está todo nevado -dijo Ismael mientras llegábamos a las faldas de la cordillera.

En tantas veces que realizamos éste viaje, ésta era la primera vez que veía todo cubierto de una capa de nieve. De no ser por la gente que ya inicio la travesía más temprano, jamás hubiese encontrado el camino.

-Sí. Deben ser como 30 centímetros de nieve -le dije.

Empezamos nuestro ascenso, una temperatura próxima a los cero grados y una neblina sutil, nos acompaña. Esta vez contratamos a un niño que junto a su burro ofrecía el servicio para poder cargar mochilas y llevarlas hasta la cima.

A medida que subíamos, contábamos historias y anécdotas de todo este tiempo sin vernos. No lo voy a negar la altura si afecta, pero hubo algo que matizó el paisaje y es algo que hasta el día de hoy se queda grabado y aún siento la misma emoción que en ese momento.

Entre todo ese paisaje en tonos blancos y grises, efecto de la neblina, se pudo oír una quena que tocaba una melodía que cargaba de energía el ambiente. Una sensación que atravesaba todo tu ser generando un efecto de paz y hacía olvidar el frió del lugar.

En el afán de saber de dónde venía el sonido buscamos hacia arriba y abajo entre todos los demás peregrinos y no la pudimos hallar.

-¡Esto es Bolivia! -gritó Ismael y seguimos caminando cuesta arriba.

Ya casi llegando al medio día, la niebla se disipó y como mendigando rayos de sol, descansamos un poco para iniciar el descenso hasta una laguna, en donde almorzaríamos y recobraríamos fuerzas para continuar nuestra aventura.

-¿Qué han traído de comida chicos? -preguntó Mariana

-Pues lo de siempre -respondió Javier-. Un poco de arroz, unas papas fritas, un trozo de carne.

Siempre realizamos este viaje para Semana Santa y nunca paso por nuestras mentes el hecho de que no deberíamos comer carne roja, más que una peregrinación por fe, para nosotros era aprovechar un feriado largo.

-¿Se han puesto a pensar que siempre comemos carne? -cuestiono Rodrigo, el hermano de Ismael-. Cuando en todo lado en esta fecha están con la comida típica de Semana Santa.

Nadie respondió, el hambre hacía presa a todo nuestro cuerpo como para estar pensando en no comer carne. Ya para comenzar de nuevo nuestra travesía Marco le respondió.

-No olvides que traemos conservas y productos que no se puedan podrir en estos dos días.

Sin dejar de lado que llevábamos una o dos botellas de ron y una guitarra que el abuelo de Rodrigo había bautizado como Serafina.

Nunca me gustó ir cuesta abajo, con el peso de la mochila y la forma irregular del camino, las rodillas se recienten más. Pero ir lento era un lujo que no nos podíamos dar, debido a que en esta época del año, hay un montón de gente que realiza éste recorrido y si uno quiere tener un buen lugar donde armar su campamento tiene que llegar entre los primeros.

-Poco a poco se empieza a sentir más calor -comentaba Rodrigo-. Ya no hay nada de nieve en éste lugar.

-No mames, yo me estoy congelando todavía, no sé de dónde p… sientes calor -respondió su hermano.

-¡Vamos chicos! Esta es la parte más interesante del viaje. Ver como poco a poco va cambiando el paisaje de una región hostil y árida a un verde imponente -dijo Mariana.

Claro que el verde imponente al que hacía referencia, recién lo veríamos al día siguiente. Pero tenía razón el cambio lento de paisaje es lo más hermoso de éste recorrido.

Rumbo a la cumbre – 2008

Llego la noche armamos el campamento. Iniciamos con la primera botella y una canción que nos recordaba nuestra época de colegio. Estábamos listos para compartir un grato momento, descansar y continuar por el camino del Inca a la mañana siguiente.

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