Estando lejos de mi tierra,laboraba en la sede central de una empresa ubicada en la ciudad de Caracas. Por largos años estuve allí, ,hasta que un día, me permitieron viajar hasta mi natal Maracaibo para tratar un caso de trabajo. Al llegar, pase días desde una extensión de la sede en mi área de comunicaciones. El señor Pacheco, jefe supervisor directo del departamento,presentó el itinerario donde se registraba una zona llamada: Santa Lucía, lugar hermoso e histórico en mi región.
Al recorrer la carretera, llegamos hasta el lugar asignado donde atendimos a una humilde anciana de nombre Lilian, quien amablemente nos recibió en su casa. Resolviendo su caso particular y finiquitando detalles, caminamos hasta el portón de salida, pasando por un extenso patio lleno de muchos árboles. De repente, ha caído un mango sobre mi cabeza que me dejó viendo estrellas. El mango, es una fruta exquisita que se produce cada cierto tiempo. Para el paladar,es una delicia pero si te cae en la cabeza, duele mucho y con chichote incluido.
Entre tanto, la señora Lilian, pidiéndole a Diosque se me quitara el dolor, no perdí la oportunidad de preguntarle si todavía habían mangos en los árboles. Ella, con cara de tristeza, dijo que tenía algunos que había recogido del patio porque el último de la cosecha cayó sobre mi cabeza.
A manera de consuelo, nos invitó a probar de sus preparaciones a base de mango,tales como: mermeladas, jugos y hasta fragancias. Fue la visita de trabajo más dulce de mi vida que jamás olvidaré. Cuando dijo en voz alta que los postres estaban servidos, mis compañeros de trabajo corrieron velozmente como niños detrás de una chupeta. Obviamente,no podía pegar carreras con la bolsa de hielo que cargaba en la frente.Sin embargo, la señora Lilian, me llevaba los postres hasta mi asiento.
Durante el inesperado compartir, confesó que su sueño era montar un negocio con todas sus recetas. Pase una semana amena, que me hizo olvidar el golpe en la cabeza y hasta nos tomamos una foto grupal con la señora.
Recuerdo que el jefe Pacheco, llamó por teléfono y preguntó si habíamos probado los mangos de Lilian. Todos quedamos atónitos pues entendimos que no éramos los únicos en degustar de sus creaciones. Experto en chistes pesados, repitió mil veces que le lleváramos dulces porque, de lo contrario, estaríamos despedidos. Honestamente, el estómago de mis compañeros y el mío, provocó una amnesia temporal con posterior sentimiento de culpa.
Más tarde, llegó la hora de despedirnos. Fue una semana feliz, con chichote incluido pero feliz. Al regresar a la oficina, Pacheco esperaba con ansias su tan anhelado dulce. Todos hechos los locos,le regalamos algo que compramos por el camino pero él, sin un pelo de tonto y rindiéndole honor a su calvicie prematura, nos obligo a salir tarde como castigo.
Luego, tocó regresar a Caracas. Transcurrieron varios meses para que volviese a figurar en el itinerario una visita a Maracaibo. Cuando llegó la oportunidad, Pacheco el vengativo, propuso que otro equipo viajara hasta allá. Estaba triste, molesta porque era la temporada de mi cumpleaños el cual celebraría lejos de casa.
Cercana la fecha de salida hasta Maracaibo, dos integrantes del grupo asignado presentaron problemas de salud por lo que debían ser reemplazados urgentemente. Me ofrecí para el trabajo junto con otro colega. El jefe no pudo negarse,así que finalmente logré mi cometido. Además de disfrutar con mi familia, pasé por la casa de la señora Lilian. Llegando hasta el portón, me vio desde su ventana y salió contenta hasta donde estaba. Me invitó a probar una ensalada especial que había preparado. Le dije que podía utilizarme como control de calidad y ella se sonrió. Luego,apareció mi compañero quien también se sumó al club de control de calidad.
Al pasar de los días,llegó mi tan esperado cumpleaños. Cristian insistió en ir a visitar a la señora Lilian para que me felicitara. Sorpresa la mía y en complicidad con mi compañero, que me recibe con una torta de melocotón, con trozos muy pequeños de mango en almíbar. Inmediatamente la abracé como una nieta abraza a su abuela.
A pesar de la distancia, el contacto nunca se perdió. De momentos, cuando el itinerario laboral nos permitía ir hasta allá, siempre la visitábamos. De pronto, los viajes demoraron mucho en salir, pasando largo tiempo para que pudiésemos volver.
Durante mis vacaciones, regresé con el firme propósito de visitar a doña Lilian. Llegando por el estacionamiento de su casa, me impresionó leer un letrero que decía: “Los Mangos de abuela Lilian”. Entre al negocio pasando primero por el largo patio lleno de sus árboles y procurando que no se repitiera el chichote de la vez pasada. Entre al negocio que estaba repleto de clientes. Se observaban vitrinas con productos de todo tipo. En los alrededores, habían retratos por toda la casa de todas sus vivencias. Quedé conmovida, cuando vi la foto de mi equipo de trabajo en una de sus paredes. Me acerqué al mostrador y pregunté por doña Lilian.
Fui atendida por uno de sus tantos nietos quien con voz entrecortada me dijo: -Mi abuela falleció hace unos meses- En ese instante, mi corazón se puso arrugadito y mis ojos no pudieron contener las lágrimas. Sin embargo, su nieto me decía que murió feliz por cumplir su sueño de montar un negocio, asegurando que hasta su último aliento,pidió que nunca dejaran de atenderlo.Al verme llorar,me dijo que mi cara le parecía conocida. Yo le comenté que su abuela tenía una fotografía de mi equipo de trabajo en sus paredes. Luego se sonrió y preguntó: ¿Tu eras la del chichote en la cabeza? Después de esa pregunta, no paramos de reír y llorar al mismo tiempo.
El equipo de trabajo y hasta Pacheco, lloraron al enterarse de la noticia, recordando ese viaje a Maracaibo, donde sin imaginarlo, compartimos con doña Lilian momentos tan especiales que jamás olvidaremos y con la alegría de que pudo cumplir su sueño antes de partir de este mundo.
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