Décimos que la verdad siempre supera la ficción, pero ¿Cómo saber lo que es verdadero? al igual que, ¿cómo saber lo que es ficción?
~1659 En Algún Lugar de Europa.
-¿Qué pasa si nos descubren? Nos van a matar… Esta ha sido la peor idea que has… ¿has escuchado eso? Creo que alguien viene.
Además del golpeteo de las olas en la madera de la pequeña embarcación mercantil en la que nos habíamos escabullido, podría jurar que había escuchado cómo la puerta del almacén en el que nos escondíamos, se abría a lo lejos. Paso tras paso escuchamos como alguien merodeaba los pasillos repletos de telas. Quien fuese, no tenía apuro en terminar su recorrido, pero al final, de la misma manera en que entró muy lento, también lo hizo al salir por la misma puerta.
-Creo… creo que ya se ha ido.
-En verdad no sabes cuanto te odio en estos momentos. Necesito salir de aquí, este lugar ya no solo huele a mantos viejos.
Salimos del baúl en el que nos encontrábamos ocultos. Reunimos en un lugar alejado de la puerta, diferentes mantos en los cuales pudiésemos reposar.
-Quizá me odies en estos momentos, pero en unos días estaremos recorriendo hermosas praderas, lagos y todo tipo de maravillas mejores que ese horrible lugar en el que estábamos.
-Cualquier lugar es mejor que el orfanato. Espero que tengas razón por que no parece haber mucha comida en este lugar y dudo que esa agua nos dure lo suficiente.
-No solo bastará, será más que suficiente, ya lo verás, ambos sabemos lo que es el hambre, no será nada nuevo, deberías descansar, mañana será mejor.
-Lo intentare.
A medida que las horas transcurrían, los dos finalmente nos rendimos ante el cansancio y sueño, a pesar de tal situación en la que nos encontrábamos, ninguno de los dos había dormido sobre telas tan suaves como las que se encontraban en ese almacén. Incluso con el temor, ambos descansamos como nunca lo habíamos hecho.
Así como las olas se trasladaban de un lado a otro, moviendo lentamente la embarcación, arullandonos para así consiliar el sueño, también la marea comenzó a tomar más fuerza a medida que avanzamos. Mientras las horas de la madrugada transcurrían, los vientos nos conducían hacía una trayectoria incierta. A lo lejos una gran persiana de nubes se cerraba ante nosotros y cada vez se acercaba más, o quizá nosotros nos acercábamos a ella.
En un periodo de menos de una hora, la poca visibilidad que teníamos de kilómetros de extenso mar comenzó a opacarse por una densa neblina que consumía cada pequeño espacio que aun teníamos a nuestro alrededor. El ruido de las olas golpeando nuestra morada, no fue el único sonido que nos acompañó esa noche. Pronto la lluvia fue partícipe en esa orquesta de sonidos acuosos que deleitaba nuestros oídos en ese oscuro almacén y así como en las grandes sinfonías, nuestra composición comenzaría a aumentar drásticamente, pero en vez de pianos y violines aumentando su tono o velocidad para crear hermosos sonidos, sería el fuerte viento que empujaba nuestras velas, golpeando a su vez las paredes de nuestro escondite, también acompañado de gloriosos relámpagos que partían nuestros cielos para culminar con los fragorosos sonidos de los truenos que marcaban las pautas de la destructiva música que la madre naturaleza puede ofrecer cuando no se le respeta.
Frente a nosotros una gran masa de agua comenzaba a ganar volumen. Su altura seguía aumentando a cada segundo, ganando metro tras metro, dos veces más grande que nuestra embarcación. Sin percatarnos, tomo nuestra mano y comenzamos a danzar a su paso, llevándonos primero hacia arriba para después dejarnos caer al vacío sin piedad.
Mientras subíamos lentamente, los grandes rollos de telas que estaban por doquier comenzaron a deslizarse atrás, golpeando unos con otros, seguido de los estantes también repletos de ellas. Todo se había colocado uniformemente frente a frente por la fuerza de gravedad que la inclinación del barco producía, de pronto…
El tiempo se detuvo, el sonido se esfumó y mientras soltó nuestra mano…
El baile terminó.
Al colisionar de nuevo con el agua, nuestro mundo dentro del almacén colapsó, las filas de telas volaron por los aires. Los estantes cayeron bruscamente unos con otros. El horrendo sonido orquestal de la tormenta interpretaba su clímax, el cual cada vez era más fuerte. Uno de los estantes cayó sobre mí, golpeando mi abdomen y piernas severamente, enterrándome vivo dentro de una avalancha de telas.
-Agh… Thomas… ah… ¿Dónde estás?… Thomas… -Exclamé mientras intentaba recuperar mi aliento.
No hubo respuesta.
Mientras nuestra sinfonía volvía a tomar ritmo, de nuevo tomaban una vez más nuestra mano, pero esta vez con la intención de llevarnos aún más alto. Mientras todo dentro del almacén se deslizaba nuevamente a atrás, sentía cómo cada vez se agregaba más peso sobre mí, continuó así por unos minutos, presionando cada vez más mi cuerpo, y una vez más, mientras poco a poco desligaba su mano de nuestra palma…
La realidad volvió a desvanecerse, por solo un segundo.
-Thomas… ayuda…
Caímos, pero esta vez la sinfonía había llegado a su fin, al menos para mí, la intensidad del colapso me lanzó fuertemente a la pared, golpeé mi cabeza; caí al piso inconsciente.
Desperté varias horas después, lo sabía porque al abrir los ojos, podía ver el rojizo sol del atardecer entrar por una de las rupturas del techo creados por el caos de la noche anterior. Empujando todo lo que estaba sobre mí, logre arrastrarme hacia la puerta, no había señales de Thomas. El único sonido que escuché fue el golpeteo de las olas moviendo el barco. La cubierta del barco estaba destruida. Había agua y huecos por doquier. En realidad era un milagro que aun flotase.
-¡Ayuda! ¿Alguien puede escucharme? ¡Thomas! -Intenté gritar, pero me era complicado.
Nadie contestó. Me recargué sobre la estructura despedazada de lo que antes era una vela, miré al cielo… estaba… solo.
Gracias por tu tiempo, con gusto leeré comentarios
A.
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