mi trabajo. La mitad de mi vida

mi trabajo. La mitad de mi vida

Liliana Mercadal

06/06/2019

Corría el año 1982 cuando, en una soleada tarde del mes de mayo, ingresaba yo por primera vez a lo que sería mi primer y único trabajo hasta la fecha. En ese momento yo no lo sabía, ni siquiera lo intuía. Suponía que sería una experiencia pasajera que me permitiría costear mis estudios de Derecho, que a la postre derivaron en el Título de Abogada o “Doctor en Derecho y Ciencias Sociales” como ampulosamente ha sido bautizado el mismo en Uruguay, mi país.

Acababa de obtener el primer puesto en un concurso de oposición para desempeñarme como funcionaria Administrativa en el Municipio de Las Piedras, uno de los más importantes pertenecientes a la Intendencia de Canelones.

Mientras subía las escaleras de mármol, hacia el primer piso, en el que me reuniría con los otros seis postulantes ganadores, pensaba en mi futuro dentro de esa Organización. Me preguntaba si mis conocimientos estarían a la altura de lo exigido. Cuando vi al resto de mis compañeros, experimenté una cierta tranquilidad al ver que no era la única que se formulaba esa interrogante.

Al cabo de unos meses obtuve mi Título intermedio de Procuradora. Pero no fue sino hasta dos años después, que fui, literalmente, descubierta por la Directora de la Asesoría Jurídica que funcionaba en el Palacio Municipal. Si. Yo ya la admiraba desde el primer momento en que la vi por primera vez. Supe por compañeros de su calidad como persona, así como de su inteligencia . Y pude comprobarlo en el año 1984 cuando a un año de recibirmede Abogada, fui llamada por ella a su Despacho. Tenía un increíble parecido con Oriana Fallaci, o al menos así la veía yo

Asi comenzó mi carrera en Jurídica. Allí también conocí a quien luego se transformaría en mi esposo. Un Abogado muy sencillo, poco seductor pero, cuya enorme cultura, hacía de él un intelectual al que admiré de inmediato y me enamoré en poco tiempo. Si tuviera que decir cuál fue uno de mis mejores logros en este trabajo en el que ya llevo 37 años , diría sin duda que fue el conocerlo y formar junto a él una familia.

Cómo pueden ver, ese ingreso a una Institución Públicaque yo pretendí que sería transitorio, solo para costear mis estudios, se volvió permanente porque me ganó el corazón. Me encantaba el trabajo que realizaba, aunque al inicio, solo era papeleo. Pero luego la Directora, que vio en mi, ganas de aprender y capacidad para hacerlo, me enseñó todo cuanto debía saber en materia de derecho departamental. Fue mi mentora y le estaré eternamente agradecida.

Al año de haber ingresado a Jurídica, egresaba de la Facultad con mi flamante Título de Abogada, lo que me valió un ascenso y, por supuesto, un aumento de sueldo, así como pasar a integrar el escalafón profesional.

Hacia finales de la década de los años 90 me postulé al cargo de Gerente de Área de la Asesoría Jurídica. La Directora ya se había jubilado; mi esposo se desempeñaba como Sub-Director en una Dirección General y yo era la más antigua en la Oficina. Gané el concurso y me sentí orgullosa de ello

El ejercicio de ese cargo, el máximo dentro de la Asesoría, me colocaba en un lugar de mucha responsabilidad. Debía representar al Intendente en los procesos judiciales que se iniciaban contra la Intendencia, concurrir a Comisiones en el Parlamento Nacional y en la Junta Departamental que es el legislativo departamental. Sobrellevé largas y cansadoras jornadas en los llamados a Sala al Sr. Intendente. Pero a mí me fascinaba la tarea. Era joven, inteligente y reconocida en todo el Departamento. Fue una entrega total, sin restricciones ni exigencias a cambio.

Pero hacia el año 2005 el cambio de Gobierno hizo que las nuevas autoridades que buscaban responsables entre los funcionarios y por supuesto no en los jerarcas políticos, trajera consigo un cambio de mis funciones que fue ocultado tras un pretendido ascenso.”Pasará a formar parte de la Comisión de Asuntos Jurídicos” me dijo el Asesor del nuevo Intendente. Por supuesto que, como decimos en mi país, yo no me comía la pastilla. Sabía que me alejaban del desempeño de mi cargo, para poner al frente de la Asesoría a la misma persona que había perdido en el concurso de oposición, a quien yo había aventajado en más de treinta puntos.

El lugar físico al que me destinaron era un viejo apartamento que compartía con otros Asesores, que también habían sido “exiliados”.

Pero siempre traté de ver lo positivo en los cambios. Y en ese caso no me equivoqué. Trabajaba menos, tenía menos responsabilidades y entablé amistad con una de las colegas que sufría mi misma suerte. Juntas superamos las adversidades y nos fortalecimos como personas. Los viejos compañeros se congraciaron con mi sucesora y apenas si venían a visitarme. Había sufrido la imposición de una suerte de “capitis deminutio” como en el Derecho Romano.

Pero sobreviví y cuando las nuevas autoridades comprendieron que yo no era una amenaza me regresaron a Jurídica que había pasado a ser una Dirección General con dos Sub-directores, con lo cual mi cargo había perdido relevancia.

En la actualidad, y tras haber cursado una Maestría en Ordenamiento Territorial, integro la Secretaría de Planificación Estratégica, en la que brindo mi asesoramiento en la materia. Dispongo de un horario más flexible y un Director que aprecia y respeta mis conocimientos y mis consejos.

Como ven, los 37 años no han sido todos ellos color de rosas. Hoy día aguardo poder jubilarme en dos años. Di todo de mí a la Intendencia, pero también recibí a cambio experiencia de vida y la posibilidad de conocer muchas personas que me brindaron sus conocimientos.

Si viajara en el tiempo hacia el año 1982 y pudiera elegir donde trabajar, creo que no dudaría en hacerlo en esta Institución, con lo bueno y con lo malo. Porque la vida es así, un camino lleno de oportunidades y de desafíos que vale la pena enfrentar.

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