Un ingenuo en una oficina pública

Un ingenuo en una oficina pública

Evatilicus

09/06/2019

El hombre entró a la dependencia con algo de vigor: había sido despedido hacía un mes de su trabajo, después de ofrecerle a esa empresa los mejores años de su vida, pero la indemnización cobrada lo había hecho renacer, como el ave Fénix. El proyecto estaba encausado, quería establecer un kiosko en su barrio, algo de mediana envergadura, dado que tenía proximidad con una escuela, suponía que no iba a tener problema en las ventas.

-Buenos días – , le dijo Mauricio a la persona que estaba en recepción.

Esta persona lo miró con desdén, como era su costumbre:

-¿Qué necesita?

-Quiero abrir un kiosko en mi barrio y necesito la habilitación correspondiente,- Dijo afablemente Mauricio.

Después de escuchar estas palabras el empleado sonrió socarronamente. Estos seres tienen la capacidad de percibir la inocencia e ingenuidad de las personas, y eso es lo que había ocurrido.

Muy bien señor. ¿De cuánto dinero dispone para tal negocio? Instigó el empleado.

Es necesario que se lo diga aquí y en este momento?

-Señor, ¿usted quiere abrir ese Kiosko o no? Dígame, en caso contrario no me haga perder el tiempo- sentenció el empleado.

-Como diga: tengo quinientos mil de pesos-, comentó Mauricio en voz baja.

El empleado llenó unos papeles que tenía en su escritorio y se los tendió para que Mauricio los firmara:

-¡Eh! –Gritó ofuscado Mauricio, -¿cincuenta mil pesos de impuestos por la habilitación?

-Sí señor, es el diezmo. Firme el papel y pase a la ventanilla siguiente.

Mauricio no solo deseaba, sino que necesitaba abrir ese lugar, por ende firmó ese papel y se dirigió hacia el sector que le indicó el empleado, donde lo atendió una mujer de unos cincuenta años que al saber el motivo por el que estaba allí ese hombre, y con más de veinticinco años de experiencia en percepción de ingenuos, no dudó en decir:

-Señor, hoy es su día de suerte.

Maurico la miró extrañado. Pensaba que no era tal como afirmaba esa señora, dado que ya tenía menos dinero para su proyecto, pero aún así le sonrió:

-Por? Que pasó?

Le comento: el segundo paso para obtener una habilitación definitiva para su Kiosko es que sea proveedor, sin costo alguno, de diez cumpleaños de niños y yo voy a ofrecerle a mi nieto, que cumple cinco años para que sea su primer cliente.

Mauricio miró exaltado a esa señora no entendía como esa podría ser una buena noticia dado que iba a seguir perdiendo dinero.

La mujer al percibir el gesto de aquel hombre le profirió rápidamente:

-No se da cuenta señor, le estoy ahorrando la búsqueda de los clientes. Es más, no se preocupe que yo me ocupo de los otros nueve también.

El hombre esbozó una cierta sonrisa y pasó a la siguiente ventanilla dónde lo esperaba una mujer rubia de veinte años aproximadamente, que después de enterarse de su proyecto le comentó:

-Tiene usted un pro y una contra con esta situación, si usted desea que su kiosco esté cerca de una escuela debe pagar el impuesto a la venta por cercania a un establecimiento educativo.

Mauricio sólo notó la mala noticia. Fue entonces que preguntó Cuál era el pro:

– Disculpe señorita ¿cuál sería el pro en esta situación?

-Hay buen hombre, se le tiene que explicar todo: dada mi crianza con total honestidad yo no le voy a cobrar más de lo que corresponde, no como lo haría otro empleado de aquí. Ese es su punto a favor.

– Y de cuánto es el impuesto? -indagó Mauricio

-Lo que corresponde es el 20% de las ganancias mientras dure su negocio. Si hubiera sido atendido por alguno de mis colegas le habrían hecho más del 30 %, Creame.

El vigor inicial de Mauricio fue despedazado de a poquito pero dada su impronta aún mantenía algo de ilusión por su proyecto Cuando fue a la tercera ventanilla y se enteró de lo siguiente:

– Don, está todo bien con esta habilitación, pero me falta preguntarle sólo una cosa: su local ¿va a tener una superficie superior a cuatro metros cuadrados?

Maurico lo miró como se observa a un niño cuando hace una cándida pregunta:

Sí señor, obviamente va a tener más que esa superficie.

Entoces voy a tener que cobrarle el impuesto que se cobra cada vez que un local de más de esa medida se habilita: 20% del total a invertir y 5% de las ganancias por mes cuando esté establecido.

A Mauricio se le había ido toda la energía inicial, su cara, que cuando entró reflejaba alegría, al terminar los trámites no era más que tristeza y decepción, y mientras sacaba cuentas mentalmente de que tenía menos capital inicial para invertir, además de parte de sus futuras ganancias embargadas se topó con un empleado que lo vió y le dijo:

Señor, por favor: mire el cartel que está arriba de la puerta de salida.



[Señor contribuyente: usted debe irse de esta dependencia con una sonrisa como esta😄 Recuerde que está ayudando a quienes menos tienen, de no ser así deberá acercarse a la última ventanilla de la salida y pagar la multa al contribuyente desalmado]



Al terminar de leer esas palabras Mauricio se sintió apesadumbrado y desilusionado de sí mismo: no podía creer lo egoísta que había sido. Fue a la última oficina, pagó su multa de $25.000 pesos y se alejó de la oficina pública sabiendo que había hecho un bien altruista para el resto de la población con una sonrisa mayor con la que había entrado a la depencia pública.

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