Una reunión extraordinaria en la oficina del jefe despertó mi sospecha de que algo anda mal. Una reunión no planeada con mi jefe y el Director del departamento de recursos humanos. Ya antes habíamos visto este tipo de reuniones desde los pasillos y terminaba en un boleto de salida y sin regreso, lágrimas y despedidas.

El correo decía 4:00 pm de hoy. Desde ayer, no dejó de pensar en esto.

…No creería que me fueran a entregar una carta de despido a mí, no habría ninguna causa para que eso pasara, así que cálmate, no hay nada porque temer…

El tiempo pasa y continúo intranquila.

…Siempre he pensado que mi jefe, el Decano de la facultad de filosofía no gusta mucho trabajar con mujeres, por esta razón la facultad tiene más hombres. Lo que he hecho es defender mis ideas como feminista militante, pero esto no debería ser un motivo de despido. Siempre he notado su incomodidad por mis ideas de género, pero hago muchas cosas extraordinarias como para que por eso quiera despedirme…

Me levanto, sirvo mi tinto de media mañana, observo los jardines de la Universidad por la ventana y con la mirada perdida presiento que algo malo viene en camino. Observo un estudiante que camina lento llevando en su mano un libro, contemplo esta imagen y me doy cuenta cuanto amo este lugar, cinco años haciendo lo que más me gusta.

Ya son las nueve de la mañana.

Mi estómago se retuerce, como si mi cuerpo supiera lo que me espera en unas pocas horas.

…sigo pensando. Hoy es imposible concentrarme en lo que estoy haciendo.¡Un despido no sería posible, he liderado exitosos proyectos académicos, grupos de investigación, estoy a punto de terminar mi tercer libro, tengo muchos artículos en revistas, y sobre todo cuento con los excelentes resultados en las evaluaciones de mis estudiantes…

¡Trata de concentrarte!

Son las diez y el jefe acaba de llegar, atraviesa la puerta de la oficina y esquiva mi mirada, su saludo es como mirando de lado, siento que el ambiente se pone tenso. Su actitud fría es permanente pero siempre mira a los ojos con una firmeza casi espantosa. Esta vez evita mi mirada. Algo está mal.

… ¿Sera que incomoda mi posición política? También soy libre para ejercer mi derecho a la participación política. Mis ideas progresistas a veces se interpretan como de izquierda en un país en donde domina la derecha. Mis posturas son públicas en redes sociales y en la prensa y me he vuelto visible al mundo exterior. No es un secreto para nadie…

Son las once y ya ni siquiera sé si quiera hacer algo mas hoy. El reloj camina más lento que nunca, no quiero hablar con nadie.

Levanto el teléfono y decido llamar a mi madre. Su voz siempre tiene un efecto tranquilizador. Me repite como siempre que me ama, que no olvide descansar bien, que no le dedique tanto tiempo al trabajo, que me alimente bien y trate de desconectarme un poco, que todo no es trabajar y trabajar. ¡Qué consejo el de mi madre! Y precisamente hoy.

¡Por fin la doce del mediodía!

A la hora del almuerzo algunos como yo almorzamos en la oficina, hoy quiero salir a respirar aire puro. Todos están afanados. Finalizando semestre los profesores andamos estresados y los estudiantes corriendo dejando todo para lo último. Reinel, mi compañero me nota intranquila, nadie sabe de mi cita. Le explico que estoy un poco enferma, me persigue un malestar desde que me levante, quizás es el virus de la temporada. Reinel queda conforme con la explicación y me recomienda un remedio que le da su abuela para las fuertes gripes, simplemente simulo que lo estoy escuchando.

Hora de retomar lo que estaba haciendo. Solo faltan tres horas. Mi próximo libro está listo para ser publicado, hoy tenía planeado terminar lo poco que le hacía falta. Solo unos detalles y producto terminado. Pero no he hecho casi nada, no entiendo lo que leo. Mis pensamientos me traicionan.

Son las tres y llega el Director de Recursos humanos directo a la oficina del Decano. ¡qué horror! Observo con disimulo la conversación que no para entre ellos. Trato de hacer uso de mis habilidades en lectura de labios, pero recuerdo que ni siquiera veo bien de lejos y no he sacado tiempo para ir a cambiar mis gafas.

…Quizás estoy siendo exagerada pensando lo peor, siempre tuve esa maña desde muy niña. ¡Qué tal si se trata de un ascenso! Por primera vez en todo el día mi rostro dibuja una sonrisa, sonrío conmigo misma. Todo el día perdido pensando bobadas. Claro que si ¡Es posible! Mis logros han sido muchos y a pesar de las diferencias ideológicas tengo mucho para mostrar, mi compromiso y mi responsabilidad son irrefutables. Una Universidad tan prestigiosa como esta necesita personas como yo…

Suspiro profundamente como si un peso hubiera sido quitado de encima y me tranquilizo un poco.

Son las cuatro, hora de entrar y acabar con esto. Me acerco a la puerta de la oficina que permanece cerrada; doy tres tímidos golpes y espero. La puerta se abre y el aire en esta oficina pareciera no alcanzara para tres.

Me siento en la sala frente al Director, detrás mío camina el Decano que también busca su silla. Juntos observándome en silencio. Pienso… en los ascensos la gente estaría feliz… pero respiro para contener mi angustia.

Sentada recibo una carta. Si, como lo temí es una carta de despido.

Sorprendida pregunto ¿por qué me están despidiendo?

Es el Director quien responde: No te asustes, no tendrás ningún problema en tu hoja de vida, no existen razones académicas para despedirte, simplemente son decisiones que se toman y ya. ¡Las empresas pasan!

Insisto en saber cuál es el motivo de mi despido. El Decano no deja de mirar el piso, o mis zapatos, ¡o haciéndose el pendejo!

Tu despido es sin justa causa Elizabeth. No tengo más que explicarte.

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