Dar por hecho, gran error.

Nunca le presté demasiada atención, salvo en situaciones en las que sin permiso, le exigí que diese la talla sin quedarle más remedio que hacerse notar. Podría reprochárselo a la educación social o familiar recibida excusándome así en mi ignorancia por no saber el impresionante trabajo, que él, y otros tantos, ejercen sobre mí.

Tumbado, con el torso desnudo y una fría bola de metal merendando sobre mi pecho, aquel hombre de pelo blanco me cito una frase que ya había escuchado antes pero que nunca había experimentado en su sentido más literal: “Escucha tu corazón”. A través de una pequeña pantalla, no solo lo escuché, sino que ademas pude contemplar su constante trabajo. Mientras aquel señor me explicaba todo el trabajo que éste ignorado órgano hacia sobre mí, me invadió el ¿absurdo? asombro de no haber pensado antes en su admirable trabajo. Entonces me di cuenta. Llevaba años siendo el jefe de un montón de diminutos empleados que habitan en mí. Comprendí que todo aquello que tiene vida, merece ser contemplado, entendido, admirado y cuidado. Lejos de entender el trabajo como una forma de ganarse la vida, todo lo que actúa provocando unas consecuencias de forma natural positivas en otros, merece de nuestra atención. Mi corazón soporta comidas insanas, el humo de algún cigarro o la excusa de que una copa de vino le hace bien. Pero él continúa haciendo algo sorprendente, sin protestar, sin una lógica explicación, digamos que es su trabajo, su naturaleza.

Trabajadores son aquellos que caminan por la vida de forma natural, trabajando para que el cuerpo en el que todos vivimos (nuestro planeta) y las personas que nos encontramos dentro de él, estemos bien, tengamos la increíble oportunidad de disfrutar de un mundo mejor dando por hecho ciertas cosas, que no se hacen solas.

Cuando tumbado en la camilla, aquel cardiólogo me mostró el trabajo que realizaba mi corazón, entendí que hay personas que son el corazón de este mundo y que merecen su atención y reconocimiento.

A ellos/as, gracias.