Me abre la puerta un empleado de seguridad.
-¿Cómo le va directora?
-Bien.
Ayer me fui a las 23 horas y son las 9 de la mañana y estoy en el mismo lugar.
Entro al hall escucho la reja que se abre. Porqué carajo no ponemos aceite a esa reja me pregunto. Entro a mi oficina: la dirección y nomás dos minutos tengo 10 problemas que resolver, Y yo miro para abajo ya sentada en mi escritorio y me pregunto en qué momento se me ocurrió trabajar en una cárcel para adolescentes a mis 28 años. Y recuerdo que somos una gestión que viene a romper con el paradigma de la seguridad y trabajar sobre lo socioeducativo y vuelvo a encontrarle sentido. Me pasa de buscarle el sentido. No creo en el castigo ni siquiera en el sistema penal, pero ahí estoy siendo una reformista ocupando un lugar de poder. Además soy comunista, roja o zurda según quien me nombre y odio a los empleados de seguridad. Los odio porque históricamente han sido sus verdugos. Ahora les doy órdenes ya no sé a cuantos denuncié, el odio es mutuo. Ellos también me desprecian. No soportan que tenga 28 años que sea mujer y zurda. Odian que haga actividades nocturnas con los chicos que me meta en los conflictos porque la noche y los líos en estas instituciones son para machos.
La gente que trabaja que no son empleados de seguridad se los llama equipos de intervención y a veces los exploto: la confesión de una comunista. Hacen horas de más y no se les paga los feriados todo bajo una aparente mística de que estamos para dar vuelta estas instituciones nefastas. Tengo carisma, me lo dicen y lo sé. Supongo que por eso lo logro. Se está yendo la última trabajadora son las 21 hs tengo hambre y mi plan es cenar en mi escritorio. A veces tengo miedo. Los ruidos de este lugar enorme. Esta pequeña cárcel tiene una manzana de tamaño. Sus muros son muy altos y sus celdas son horribles. Las hemos mejorado es verdad, pero no creo que haya un lugar agradable en la lógica estatal de alojamiento. Todos esos lugares llevan tristeza de niños y adolescentes que llegan ahí después de la desidia del mundo adulto. Para algunos estar presos se vuelve un refugio de calma y eso vuelve todo más triste.
Repaso el día me acuerdo que estuve un rato con algún pibe y me ha hecho reír mucho y el también se rio. Y me consuelo con las grietas que da el aparato estatal represivo del cual no solo soy parte sino que además soy funcionaria.
Entra sin golpear el encargado de la guardia, y yo espero algún lío. Si entra sin golpear es porque algo feo pasó.
-Está la manzana rodeada de policías apuntando al edificio, me dice con cara desencajada.
Voy a la puerta. Había más de 20 patrulleros y policías apuntando. Levanto las manos y se me acerca el que parece ser el que está a cargo del operativo “nos llamaron diciendo que la directora estaba tomada de rehén, que era una chica muy joven”.
-Soy la directora, en efecto soy joven, pero no estoy tomada de rehén, perdón por más molestias.
Se deshizo el operativo y yo volví a mi oficina. Hijos de una gran mierda, fueron ellos: los empleados de seguridad, esto es una amenaza lisa y llana. Y yo estaba ahí con ellos sola. Pienso que ya fue mucho por hoy que debo irme a tomarme una cerveza sola a mi casa y a aprovechar que mi hija estaba con su papá. Suena el celular oficial y me avisan que está viniendo Rafa. Y yo creo que el mundo no puede odiarme tanto. Rafa vuelve por 5ta vez a este lugar. Y me digo quien carajo le enseño a robar para que siempre le salga mal. Me gané su respeto porque cuando quiso venir a pegarme lo paré sin ningún empleado de seguridad, es una pequeña victoria para mí.
Cuando llega hago lo de siempre lo reto como si fuera un niño, tiene 17 años. Estas instituciones suelen infantilizar, siempre. Rafa está sucio, con hambre y flaco muy flaco. La vida en la calle no le da respiro además tiene una herida de arma blanca en la panza. El enfermero lo venda, se le da su comida, se baña y se va a un lugar cerca de la dirección un lugar por fuera de los sectores de alojamiento grupales porque Rafa no puede convivir con nadie. Ya sé que mañana va a tener que estar en la dirección todo el día, porque querrá pelearse con cualquier otro pibe y también con cualquier otro adulto. Vive en la calle desde que tiene 8 años porque no pudo más con el infierno de su casa. Si, Rafa me conmueve.
Me voy de madrugada.
-¿Cómo le va directora? Me dice el empleado de seguridad a las 8 de la mañana.
Hall, ruido de rejas. Hoy si hoy me ocupo de ese ruido de rejas me prometo. En dos minutos tengo que resolver cosas: la docente que tiene miedo de un chico, el juzgado que llama y Rafa que ya sabe que llegué y está gritando “DIRECTORA” la A del final siempre la extiende.
Viene Rafa con una sonrisa. ¿Usted no duerme, no? Me dijo teniéndome pena. Me contó que hizo estos días en la calle como le llegó esa puñalada a la panza y además me dijo que los empleados de seguridad lo trataron muy bien que incluso le llevaron juegos con el desayuno. “Se lo cuento porque usted siempre está ocupada de cómo nos tratan”, y esa frase se convirtió en otro lema para darle sentido porque estaba ahí la mayor parte de mis horas con 28 años renunciando al tiempo con mi hija, y enumeré: porque somos una gestión que viene a cambiar estos lugares nefastos, por la enseñanza de Makarenko y por Rafa que no fue maltratado.
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