Misterio de una muerte sin retentiva

Misterio de una muerte sin retentiva

Cristian Ramiirez

09/05/2019

Había perdido la memoria al final de la madrugada. Los policías aparecían en medio de nuestra cama, investigando un caso propio de homicidio. Yo, Vivian, la contadora de Empresas Públicas y Asociados, había llegado esta mañana a mi lugar de trabajo contaminada de ciudad y estresada por el tráfico. En la hora de almuerzo tuve sexo con mi compañero de trabajo en mi oficina, y al terminar mi horario laboral, empezó mi martirio de vuelta a casa.

Acepto el deseo de asesinarlo. Pues unas cuantas golpizas de días anteriores habían dejado marcas en mis brazos. Llegada la noche, Gustavo, mi esposo, decidió servir la cena y con su risa cínica me dio el beso de buenas noches. He arribado a cama cansada y con los pies tensos, me he recostado como una perra en su almohada luego de un paseo en el parque. Los demonios de la cansada rutina me atormentan esta noche. Pienso que nadie sabe si después de la muerte nos vemos, y pierdo mi conciencia, hasta que horas después entendí que lo había asesinado.

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