El turno termina y con él, el último capitulo de la relación laboral entre Manuel y la Empresa.
Treinta días atrás; Manuel recibía la carta aviso de despido.
Decía algo así como «de acuerdo al articulo 159 número 5 del código del trabajo». Agregaba un párrafo especificando la razón de este » necesidades de la empresa».
Frío, conciso y explícito el tenor de dicha misiva, avisado con tanta anticipación; un hecho que para salud mental de cada uno debió ser separación inmediata.
Manuel, hombre responsable y trabajador no entendía o no quería entender la situación que estaba viviendo. Hacia veinte años que laboraba en ella y jamás había faltado un día sin un motivo de fuerza mayor.
Sabía que habría despidos en la empresa, nunca imaginó que seria uno de los elegidos.
Primero despotricó contra sus compañeros, contra la empresa, pateó una puerta, salió al patio gritó con fuerza queriendo botar toda la tensión que había provocado la noticia.
Siguió trabajando con la misma entereza que lo hacía diferente entre sus pares. Reía y molestaba a sus compañeros como si nada.
Desde que fue avisado tachaba en el calendario los días que faltaban para su partida. No había calibrado el apego que sentía por su trabajo con cuarenta años una esposa e hijos creciendo.
– Me habría gustado salir de una vez; repitió para si, mientras desabrochaba el zapato de seguridad.
– ¿Se va Manuelito?
Escuchó la voz de Isabel; eterna admiradora, lo había buscado para tenerlo con ella; Manuel ya tenía su nido.
No podía comprender por qué se lo quitaban. se conformaba con mirarlo cada día y soñar su compañía cada noche.
– Si; respondió lacónico, mientras esbozaba una sonrisa que más parecía una mueca al salir de su oficina.
Isabel al verlo no insistió, comprendió que nada de lo que dijera ayudaría.
Él mantuvo su sonrisa y la mirada fue en busca de algún recuerdo que lo ayudara a sobrellevar la pesada mochila del incierto futuro que se avizoraba a partir del próximo día.
Evocaba situaciones confusas, como las había resuelto; en ellas buscaba respuestas.
Tomó las llaves de su auto para marcharse ya en forma definitiva, cuando el teléfono avisó que debía contestar una llamada.
– Buenas tarde la voz temblorosa de Manuel se multiplicaba en un eco sordo.
-Hola Manuel se escuchó en el auricular.
-Hola repitió con inquieta desazón¿con quien hablo?
-Con el destino hombre, conmigo. se escuchó una risotada en el teléfono, después, serenamente dijo soy Enrique.
-Ven a verme tengo algo para ti.
– Manuel sintió una húmeda lágrima por su mejilla.
-¡Oh! como estás, saludos Enrique.
Su amigo era un próspero Ferretero que Manuel había ayudado en sus inicios.
Respiró profundo como queriendo absorber todo el oxigeno perdido en esas cavilaciones que solo habían servido para debilitar su mente.
Fijaron hora y día para reunirse, adiós, adiós se dijeron. Subió al automóvil encendió el motor miró por el espejo retrovisor, respiró profundo
Marchó rumbo a casa tarareando una canción sonriendo solo, sin motivo evidente.
– Lo que es el destino, una llamada y en un segundo cambia la percepción de la vida.
Como termina una relación laboral y empieza la esperanza, la búsqueda de una nueva relación en otro lugar con otros actores con otras metas.
-Se merece un trago esta noticia, – salud amigos.
Ahora sonreía. Había una esperanza.
-Cuando se cierra una puerta se abre una ventana; murmuró.
La ventana la abrió Enrique con una sonrisa. ahora podía mirar el camino sin miedo, la incertidumbre se hacia cierta a cada kilómetro que recorría en busca de su hogar.
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