La herencia del fantasma

La herencia del fantasma

Sir Mnelafar

12/04/2019

¡PLAF!¡CRAC¡!PUM! Las sartenes caían, recipientes estallaban en astillas vidriosas y las cortinas se rajaban en jirones.

—¡¡Cristian!! —el grito de una mujer se unió al concierto de sartenazos—. ¡¡Cristian!!

Cristian despertó aturdido y somnoliento, inclinó el cuello y vio por la ventana, los primeros rayos del sol se asomaban con timidez. Una vez que tomó consciencia de la situación suspiró. «El sortilegio fracasó», pensó. —¡¡Cristian, la cocina está muy sucia!! —Comida enlatada se abría como por arte de magia y salía despedida desde la cocina hasta las paredes de la sala de estar.

Ya vestido, el joven se incorporó y bostezó mientras, debajo de él, el piso crujía y esparcía polvo acumulado durante años. Aún somnoliento bajó cuidadosamente los escalones de madera y aterrizó en la sala de estar de la antigua casona.

—¡¡Cristian, hay demasiado polvo!! —y ahí la vio de nuevo, deambulando de aquí para allá; el poltergeist de su difunta tía gritaba y lanzaba objetos en todas las direcciones, rasguñaba los sillones hasta que se les salía el algodón y golpeaba las puertas hasta que se partían.

—Buenos días tía —suspiró Cristian. Su tía no lo miró ni un segundo, de hecho no miraba hacia nada en particular; su vista se movía desenfrenadamente hacia todas las direcciones, buscando qué nuevo objeto arrojar.

Un almohadón terminó estrellándose en la cara del joven.

—No me iré. No me iré ¡No me iré!— el fantasma se trasladaba levitando como una pluma, sin necesidad de tocar el suelo jamás y alrededor de él se percibía un aura verdosa.

— Pero por qué tía. ¿Tienes algo que hacer aquí? ¿Qué es lo que te hace falta? —Cristian la siguió a través de las habitaciones.

—¡MI CASA, ES MI CASA!¡No me iré sin ella!¡No sin ella! —gritó desenfrenadamente y desapareció luego de atravesar un muro.

Viendo que el fantasma de su tía no se disponía a regresar, Cristian decidió hacerse un café y meditar.

El mago le había mentido, o al menos no había logrado resolver su problema. No había forma de deshacerse del recuerdo viviente de su tía abuela, fallecida hacía unas semanas; habría que volver con ese viejo con olor a raíces, puesto que ya le había pagado y no precisamente poco. La tetera chilló anunciando que la infusión ya estaba lista, pero en cuanto fue a servirse una mano fantasmagórica se materializó y se la movió, haciendo que el café hirviendo se derramara sobre su otra mano.

—¡Agh!¡Tía, por qué haces esto! —Cristian corrió hacia el cuarto del baño y cuando llegó sumergió su mano quemado en agua fría. La habitación tenía una ventana que daba hacia un terreno baldío rodeado de muros y arbustos que crecían sin control. Curiosamente la pequeña ventana del baño, por la que no cabría un niño, parecía ser el único acceso a ese terreno. Ésta se hallaba a la altura de los brazos de un adulto y notó que poseía unos rasguños muy incisivos sobre el cristal, que el día anterior no estaban. Si no la detenía pronto, el fantasma de su tía terminaría por destruir la casa entera y de nada habría servido el viaje de Cristian desde tan lejos.

Con el día ya presente se encaminó hacia la casa del brujo, una residencia igual de abandonada que la de su tía, pero sin fantasmas. No logró tocar la puerta puesto que el mago la abrió antes que sus nudillos tocaran la superficie.

—Si, si, pase, ya sé que no funcionó —. Cristian dudó de si el mago era muy perspicaz, o un estafador honesto —¿Le dijo algo en especial?

—Lo de siempre, que es su casa, que no se irá jamás—añadió intentado sentarse en algún lado que no estuviera atiborrado de objetos y libros empolvados.

—Si, sí amigo. Pero algo diferente. No se lo quise decir por miedo a repercutir negativamente en el sortilegio, pero escuche, escuche. Algo está atando a su pobre tía a este mundo miserable y ruin. ¿Dijo algo en especial, algún deseo?

—No que yo recuerde. Dijo, textualmente, que no se iría sin su casa.

—“No me iré sin mi casa” ¿Así fue cómo lo dijo? —preguntó revolviendo entre sus cazos llenos de tierra y plantas secas.

—Más bien “No me iré sin ella” —respondió.

El mago se rascó su enmarañada barba gris y cambió de rumbo. —Ahí lo tiene amigo, ahí lo tiene. No se irá sin ella.

—Pero si es lo que yo quiero. No puedo darle la casa.

—La casa no, mi señor, no la casa. Los fantasmas son recuerdos y por lo tanto solo pueden llevarse recuerdos. Su tía se refiere a otra cosa, estoy seguro ¡Estoy seguro! —exclamó.

— ¿Pero a qué?

—Eso lo tendrá que averiguar usted. señor. ¿Tenía, su señora tia, algún hijo, hermano o amigo muy cercano?

—Hijos no, su único familiar cercano soy yo, por eso heredé la casa.

—Entiendo, entiendo mmm….difícil sí. Me había usted comentado que ella había fallecido en el cuarto de baño…

—Si, ahí la encontraron, un resbalón y un golpe muy fuerte en la cabeza.

—Mmm —.el mago finalmente sacó un pequeño talismán azul, del tamaño de un puño, que emitía pequeños brotes de luz fugaces, del mismo color —.Deje esto en el lugar donde falleció su tía…

Cristian estuvo a punto de tomar el talismán cuando el mago lo amagó —.Veinte dólares..

—¿Qué? Pero si yo ya le pagué bastante y no ha solucionado nada…

—Claro que sí. Usted debe encontrar el ella por el cuál ella no abandona su querella.

—No pagaré.

—La casa está a punto de ser suya

Cristian desenvolvió 20 billetes verdes, tomó el talismán y se retiró de un portazo al momento que decía —¡Pero si no funciona me devolverá el dinero completo!

***

¡Auuuuuuu!¡CRASH!¡CRASH!¡CRASH! Una a una, las ventanas de la casa explotaron en infinitos pedazos, lo que hizo que Cristian se despertara de un sobresalto. El sol aún no había despertado al igual que el día anterior.

—¡Tía estás destrozando toda tu casa! — exclamó airado al bajar por las escaleras, esquivando pedazos de cristales rotos por todos lados.

—No me iré. ¡NO ME IRÉ SIN ELLA!¡SIN ELLA, LA QUIERO!— una estantería llena de libros se derrumbó partiéndose a la mitad.

—Pero ¿Que quieres? Te lo traeré, pero por favor vete

—No merece esto…no lo merece— exclamó su tía triste, aun sin mirarlo, levitando sobre la estantería.

—¿Pero ¿qué? ¿quién? Dime…—el fantasma le arrojó un libro, que Cristian pudo sujetar antes de que se estrellara en su cara, y luego desapareció.

***

—Ruego no desespere, joven —intentaba calmarlo el mago —. Además, sepa que no hay devoluciones. Sabrá que en el esoterismo estas cosas se parecen a la ciencia; prueba y error, prueba y error… ¿Colocó el talismán donde le dije?

—Hice todo lo que usted me indicó, devuélvame mi dinero, renunciaré a esa casa, ya no la quiero.

—Joven, no sea tan impaciente y sea más razonable. No solo está renegando de una propiedad increíble, sino que está condenando a su pobre tía a pasar una eternidad penando por este mundo que ya no le pertenece.

—Hoy me arrojó esto —mostró el libro al mago.

—¡Ah!¡Ah!Otra pista, esto se pone cada vez más divertido —abrió el ejemplar —.Esto es un álbum de fotografías, joven, observe usted, aquí está su tia ¡que bien luce en traje de baño! Si yo no estuviera vivo… eh, usted me entiende. No me tome por atrevido, mire, mire aquí se la ve muy contenta con estas otras señoras ¿Serán sus amigas del té, sus mejores amigas tal vez. ¿Quizás las extraña?

—No lo creo, no se llevaba tan bien con ellas, que yo recuerde.

—¿Y esto qué es? Mire. Aquí abrazada a este, si no me equivoco, corgi galés de Pembroke, raza muy amorosa sin duda, una vez tuve uno, cuando… ¿A dónde va? —pero no hubo tiempo, Cristian salía disparado hacia a la antigua casona, se deslizó por varias callejuelas, llegando a la residencia casi sin aire. Abrió la puerta y subió las escaleras hasta el cuarto de baño; ahí seguía el talismán azul, pero esta vez ya no titilaba.

«La tía tenía una perra, es verdad. Y la adoraba, soy consciente que la adoraba.» pensó, después de su muerte no había sabido nada de su perro. Además, recordaba que esa perra era muy desconfiada, sin duda se hubiera quedado custodiando el cuerpo. Su tía había sido encontrada sola, en el baño, sin perro. Miró a su alrededor intentado encontrar la respuesta, como si esta flotara en el aire y se escapara con cada respiración. Miró el lavamanos, el espejo, la ducha, la ventana. La ventana. La ventana daba a un terreno baldío. No había forma de acceder a el, a menos que sea por esa ventana. Sin muchas complicaciones retiró el marco de la ventana y con una uña de hierro abrió aun más el hueco para que pudiera pasar una escalera y descender hacia el baldío.

Al pisar el pasto reseco le costó ver, puesto que la maleza crecía a la altura de un hombre, pero en seguida sintió en sus piernas un peso familiar y peludo, acercó sus manos y recibió lambetazos con una lengua reseca y áspera, se agachó y por fin la vio. La perrita estaba esquelética, moribunda y muerta de sed, pero aún conservaba todo el amor que solo un perro puede dar.

—Te encontré pequeña, veras a tu mamá vendrá esta noche.

***

Esta vez Cristian la esperó. Sentado con una mano en un libro y la otra sobre la cabeza de la corgi galés, la cual se debatía entre tomar agua, comer y lamer la mano de su nuevo amo, todo al mismo tiempo.

—¡CRISTIAN!¡CRISTIAN! ¡¿POR QUÉ HAY TANTO POLVO EN LA CASA?!— se apareció el poltergeist mirando hacia ninguna dirección.

—¿Tía, no vas a saludar?— la perrita levanto su cabeza y vio a la manifestación, ésta también la miró.

— Oh…Oh pequeñita, ahí estás…— el fantasma calmó su mirada inmediatamente, sus brazos que hasta ahora habían estado abiertos y amenazantes ahora se relajaban, en su cara se empezaba a formar una sonrisa —ven, ven con mamá— la perrita se acercó al fantasma y casi por arte de magia fue elevada hasta el pecho de su ama — ¡Ay chiquita, cuanto te extrañé, fui una tonta!— volvió a reaccionar como percatándose de la presencia de Cristian, que observaba sentado a las dos —.Oh cris, lo lamento, lo lamento mucho yo, cometí un error —esta vez lo miró, por primera vez a los ojos —.Fui una tonta, una tonta. Fui al baño con mi perrita en brazos…como siempre, tú sabes, pero… pero resbalé —miró hacia un costado recordando —resbalé y caí ¡Como me dolió el golpe! Pero peor fue, lo peor fue que se me escapó ella, la perdí. Se me resbaló, hacia la ventana, esa ventana, yo sabía, yo sabía…—emitió lo que parecía ser un suspiro fantasmal —pero bueno, ahora está bien —.Dejó a la perrita en el suelo, que se puso a dar vueltas sobre la sombra fantasmal —.Cris, perdóname, la casa es tuya, toda tuya, tal como lo dejé en el testamento, solo prométeme, prométeme que la cuidarás, ella es mi tesoro, sabes que si.

—No tienes que pedírmelo tía, es una promesa. Buena suerte.

El fantasma se alejó, no sin antes mirar otra vez a su perrita y desaparecer, esta vez para siempre.

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