Nunca había ido a parte alguna. El deseo lo espoleaba. El temor lo paralizaba. ¡Había oído y leído tantas cosas de aquel sitio!

– Este chico con la edad que tiene y no haber salido nunca…

Contemplaba durante horas la frontera entre su mundo y aquel sitio. Cuando cumplió los treinta el viaje lo llamaba con cantos de sirena pero las trompetas del Apocalipsis lo retenían en su breve mundo.

Hasta que un día como los demás giró decidido el picaporte de la frontera y se adentró en el pasillo.

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