“Daría lo que fuera por hundir los pies en la arena del desierto”, dijiste con la mirada extraviada en la maraña de letras del periódico, tan absorta en el sentido real de tu declaración, que no pude obviar la hermosa frivolidad escapada de tus labios.

A Wadi Rum, interminable extensión de fuego, acudiré en tu honor.

Dejaré escapar el pañuelo donde tu memoria quedó impregnada, para que el viento que dibuja las dunas se lo lleve y borre tu nombre junto con las huellas del último paisaje.

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