Señor juez: mi nombre es Pedro Sánchez y me dirijo a usted para confesarle mi crimen, si señor he matado…, y necesito su condena para seguir viviendo. Necesito pagar mi culpa, aunque yo nunca me lo perdone.

El día 25 de septiembre 1984, lo recuerdo como fuera si fuera hoy porque era el cumpleaños de la Negra y de mi hermano, mi hermano del alma Horacio Santillán. Su jermu había hecho esas tortas fritas, que tanto le gustaban al Cacho, Cacho le llamábamos cariñosamente a Horacio.

Ese día al Cacho lo vi nervioso, pero dado los acontecimientos de lucha que estaban generando y los aprietes que habíamos recibido desde el gobierno no le di mayor importancia.

Salimos esa mañana como lo habíamos previsto, con todas las familias apoyando esta protesta, las mujeres llevaron la olla de la escuela, y todos pusimos lo que teníamos…no quedaba otra, no se trataba ya de un aumento salarial Y.C.F yacimientos carboníferos fiscales, se declaro quiebra, cerro…

Quedaron las minas cerradas, abandonados, los camiones, los carros mineros y nosotros también…sin los sueldos ni indemnización como si fuéramos parte del chatarrero…

Y en la desesperación y el hambre nos organizamos yo y Cacho, llevando el liderazgo de la movida consientes lo que nos exponíamos…la vedad señor juez que los jefes metieron la mano en la lata…y se le fue la mano…y estaban dispuestos hacer cualquier cosa para defender sus intereses…desde matar hasta comprar voluntades.

La noche que decidimos levantarnos y dar la lucha, el Cacho y yo reafirmarnos el pacto de sangre, nuestros viejos también eran obreros, pero en a aquella época solo estaba el yugo y nada de derechos ,nos criamos juntos con el Cacho, jugando al fútbol en el potrero descalzo con la pelota de trapo que nos hiso mi viejo, el primer pacto de sangre lo hicimos en ese mismo potrero cuando el Cacho quedo huérfano, su viejo cayo de un andamio de construcción, un accidente de trabajo que nadie pago.

El segundo lo hicimos cuando empezamos a entender sobre nuestros derechos, los derechos pocos que empezábamos a ganar los trabajadores.

Y el tercero esa noche, fidelidad a nuestros principios de laburante y a nuestra gente.

Perdone señor juez que me vaya de tema, ese día 25 de septiembre con toda las familias o sea todo el pequeño pueblo minero, cortamos la ruta nacional, e hicimos una olla popular con todo lo que cada uno había encontrado en nuestras casas.

Gendarmería sin importar los pibes y las mujeres vinieron a reprimir, pero cundo vieron la gente de la televisión, se mantuvieron quietos…3 días estuvimos presionados tensionados y en negociaciones, desde hacía 3 meses…, el Cacho que tenía un poco mas de labia y libros estaba nos representaba…

En unas de esas negociaciones, que fue llamado mientras todo el pueblo hacia el aguante en la ruta, como el Cacho tardaba decidí acercarme a la camioneta de las negociaciones…

Yo estaba armado, señor juez y lo vi al Cacho tomando un sobre lleno de guita…

-¿Qué haces mierda?-le grite.

Y como lo habíamos pactado con sangre, sin dudar un segundo, saque el arma y dispare directo al corazón.

Corrí hasta él y lo abrase mientras caía.

-perdóname hermano…susurro mientras salía un hilo de sangre por la boca

Y murió en mis brazos…

fin

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