Por un momento quedo ausente. La imagen de quien podría ser ella se me acerca ”esta sola”, tal vez como preámbulo de mi viaje –una madre nunca abandona–.
Con la mente hago los mil quinientos kilómetros en un instante. Y allí está, como un fantasma blanco con los brazos extendidos.
Temeroso, majestuoso, odiado Annapurna. Sobre tus faldas me engendraron, soy parte de ti. Un año después te quedaste con ellos.
Voy a verte. No te temo, solo quiero que me los devuelvas, poder hablarles, enterrarles.
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