Escuchó la voz como desde lejos.

-¿Estás bien?

-Sí -se oyó decir- sólo un poco mareada…

Un golpe de electricidad en el pecho. El barullo de una estación de tren. Era común en sus sueños: le urgía llegar a su destino, pero había olvidado maletas o pasaporte. No ahora: ahora la urgencia le era ajena. No tenía prisa por partir. No había planeado este viaje.

-No es mi tren, dijo.

Se despertó en cuidados intensivos y descubrió la sonrisa de su marido. Sólo entonces él le contó sobre ese otro viaje.

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